Artículo de Valeria Milara
Si eso me llamas
Cuántas veces nos habremos enamorado de alguien charlando por teléfono y cuando le hemos visto no era lo que imaginábamos
Valeria Milara
Periodista
El teléfono. Servía para llamar. Lo digo en pasado, porque ahora es un objeto mágico que sirve para todo, menos para hablar. Al menos con la calidad que tendría que tener. Añoro la voz, no los audios. Yo los grabo largos, sin compasión. Seguro que muchos de mis receptores los escucharán a una velocidad superior y así harán más breves mis mensajes y perderán la grandísima información que contienen dilaciones y silencios.
Echo de menos ese "¿digamé?". Ahí te la jugabas, porque no sabías quien estaba al otro lado del hilo. Ahora, que sabemos quién nos llama ni lo cogemos. Si Graham Bell levantara la cabeza lloraría. El teléfono no nos acerca, nos distancia. Si no escucho lo que quiero oír te bloqueo y ya está. Una conducta fea e infantil. No nos enseña a decir que no. Ya lo hace la máquina. Y es que comunicarse entre personas va de inteligencia emocional, no de tecnología.
La voz es una herramienta, con la que te presentas, con la que seduces, con la que aburres, con la que pones muchas veces rostros imaginarios a la otra persona que está en la línea. El tono, la gravedad, el acento de un habla puede conquistarnos. Cuántas veces nos habremos enamorado de alguien charlando por teléfono y cuando le hemos visto no era lo que imaginábamos. No pasa nada, porque al menos hemos tenido una ilusión. Ahora ya no hay nada que nos pueda sorprender. Ahí está la clave. No hablamos, porque no queremos tener la posibilidad de un sobresalto y fallar.
Incluyo a los más jóvenes y a nosotros los adultos también. A los primeros les provoca ansiedad porque no saben qué decir. Pero ellos ya se han criado con las pantallas y con esta manera de actuar. Lo que me cuesta aceptar es que gente de la edad en la que marcábamos los números con rueda, haya decidido volverse adolescente. Y voy más allá de la labor periodística donde conseguir que alguien se ponga al teléfono para darte información, después de mandar los correspondientes mails, es casi que te toque la lotería. Hay situaciones vitales que merecen una llamada, como un cumpleaños. Y hay otra en la que para mí es de obligado cumplimiento, que es a la hora de mostrar tus condolencias ante una muerte. A nadie nos gusta dar un pésame y menos que te lo den. Pero si ha de ser así, al menos yo quiero oírlo de viva voz.
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