Artículo de Sònia Guerra

Las buenas mujeres

Para evitar la violencia vicaria debemos ser impecables en la lucha contra el machismo, tanto el que realizan los hombres violentos, como el que ejerce el sistema judicial.

Violencia Vicaria

Violencia Vicaria

Sònia Guerra

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En España, cientos de miles de niños y niñas conviven con la violencia de género. Una violencia que los maltratadores ejercen contra las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, y que puede ser psicológica, física o sexual. 600.000 mujeres sufren violencia de género en nuestro país. Solo denuncian el 20%. Muchas de las que callan son madres. Sus hijos e hijas son también víctimas directas de esa violencia.

En España, cientos de niños y niñas han sido separados de sus madres por un síndrome falso, el Síndrome de Alienación Parental (SAP), según el cual las madres instrumentalizan a sus hijos en contra de sus padres. Para evitarlo, la custodia pasa a ser de los padres (no es un uso genérico del lenguaje, me refiero a los progenitores masculinos).El SAP no tiene ningún fundamento científico, pero a pesar de ello ha sido utilizado para arrancar a cientos de niños y niñas de sus madres. Por eso muchas víctimas callan y aguantan los golpes. Deciden no denunciar. Deciden no divorciarse. No es una elección libre. Es una elección basada en el miedo. Miedo a que el sistema no las crea. Miedo a que el sistema las criminalice. Miedo a perder a sus hijos. Ellas, las protectoras. Ellas, las supervivientes. Ellas, todas ellas, y con ellas nosotras, todas nosotras, tememos más la violencia institucional que al maltratador con el que conviven. 

La aplicación del SAP y sus derivados en los Juzgados de Familia perpetua la violencia de género. Por eso fue fundamental que se prohibiese su aplicación en la Ley de Protección de la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia. Por eso es indispensable que se persiga su aplicación o la de sus declinaciones, incluida la coordinación parental. Y no lo decimos únicamente las feministas socialistas, que trabajamos para que la legislación recogiese su prohibición en la citada ley. Lo afirman también los y las relatoras independientes de la ONU, quienes a principios de este año denunciaban que en España “las decisiones judiciales favorecen a los hombres incluso cuando existen motivos razonables para sospechar que abusan de los hijos y de sus madres”.

No podemos negarlo. No podemos mirar para otro lado. Es nuestra obligación denunciar que, en algunos casos, el sistema castiga a las madres que deciden romper con la espiral de la violencia de género. El mensaje es contundentemente explícito. Las mujeres que se revelan son violentadas nuevamente y de manera más virulenta; en este caso con violencia institucional, arrancándolas de sus hijos e hijas por no haber sido “buenas mujeres”, es decir, por no haber callado. La violencia psicológica llega a su cúspide. Separadas de sus hijos, temen que una nueva forma de violencia machista, la violencia vicaria, aparezca en sus vidas. Nunca más podrán descansar tranquilas. Los maltratadores lo saben y actúan en consecuencia.

La violencia vicaria es la que se ejerce contra los y las menores para dañar a sus madres. Cuarenta y seis menores han sido asesinados por sus padres desde el 1 de enero de 2013. Cuarenta y seis menores que podrían seguir viviendo en estos momentos si se hubiese aplicado la máxima que un maltratador nunca puede ser un buen padre. Y ellos son solo la punta del iceberg. En estos momentos en España hay menores separados de sus madres. En estos momentos en España hay menores que están sufriendo violencia sostenida por parte de hombres malos. En estos momentos en España hay madres que están denunciando esa violencia y que no se las cree. 

Para evitar la violencia vicaria debemos ser impecables en la lucha contra el machismo, tanto el que realizan los hombres violentos, como el que ejerce el sistema judicial. También el que promueven los negacionistas de la violencia de género o los que asumen sus postulados públicamente, como el señor Feijoo. Cada mujer violentada, cada niño huérfano, cada niña maltratada, cada asesinato por violencia de género, cada menor arrancado de su madre por un síndrome inexistente, cada mujer silenciada por miedo a represalias es una victoria del machismo y un fracaso de la democracia. No lo olvidemos nunca. Venzamos el miedo. ¡Alcemos la voz!