La guerra de Putin desde mi iPhone
A través de las redes es posible obtener información (y análisis de expertos) que dicen mucho sobre la guerra de Ucrania y los contendientes
Andreu Claret
Periodista y escritor. Comité editorial de EL PERIÓDICO
Andreu Claret
Nunca antes había sido posible seguir una guerra desde un teléfono móvil. Es cierto que las redes son un dechado de propaganda y mentiras de ambos bandos, pero siguiendo las normas básicas del periodismo y actuando con la necesaria desconfianza, es posible obtener información (y análisis de expertos) que dicen mucho sobre la guerra de Ucrania y los contendientes. Y sacar conclusiones sobre por qué ha fracasado el plan inicial de Putin (alcanzar Kiev en pocos días) y para aventurar que puede pasar en el campo de batalla.
La primera es que el agresor libra la batalla contra un enemigo que tiene tantos ojos como ucranianos hay contrarios a Putin. Todos tienen móvil y todos hacen fotos. De lo que vemos en televisión y de lo que no vemos, de los movimientos y las bajas de las tropas rusas, que son recogidas por internautas que animan la moral de la tropa con cientos de miles de seguidores y que van a parar al centro de mando del ejército ucraniano. No estamos en Chechenia, en Georgia, o en Siria, donde la telefonía móvil era sólo una realidad urbana, porque esta guerra se libra en un país donde internet llega a todas partes. Los rusos tienen sus satélites, pero los ucranianos cuentan con estos miles de ojos que se suman a la información que les proporcionan los satélites de la OTAN (además de la ayuda de una multinacional que tiene el mayor banco de datos faciales del mundo). No es una cuestión menor, teniendo en cuenta que en las guerras del siglo XXI la localización del enemigo resulta determinante. Para los rusos, cuyos misiles han destruido parte del arsenal de Kiev, y para los ucranianos, que han diezmado a las tropas rusas con una eficacia que ha sorprendido a los analistas militares.
Es una de las razones que explican el empantanamiento de un ejército que tiene cuatro veces más soldados, cinco veces más blindados, una superioridad aérea y tecnológica absoluta, y un presupuesto diez veces mayor que el ucraniano. Los analistas militares han destacado también los errores iniciales de la logística rusa, patentes en aquella columna inmovilizada durante días al norte de la capital. Han aportado luz sobre las causas de estos errores y sus efectos devastadores. Moscú pensaba, probablemente, que, a la vista de esta ingente acumulación de fuerza militar (casi 200.000 hombres), el ejército ucraniano iba a retroceder, como sucedió en Crimea. Un error que transformó a miles de tanques y blindados rusos de poderosos elementos de disuasión en objetivos de fácil acceso. Los cientos de fotografías que circulan por la red confirman que nada hay más vulnerable que un tanque parado. Y de poco ha servido el sobre techo que le han añadido los rusos, frente a un ataque con misiles Javelin y drones de fabricación turca como los que tiene la resistencia ucraniana.
No puede haber victoria en una guerra de ocupación sin soldados decididos a pisar el territorio (aunque no sea condición suficiente: Vietnam). Puede haber destrucción (Afganistán) pero no victoria. Y la falta de moral de la tropa rusa, que contrasta con la determinación de los ucranianos, constituye otro de los puntos débiles de Moscú. Hay muchísimos indicios de desmoralización de soldados, la mayoría jóvenes reclutas que cuentan con un relato difícil de tragar: destruir Kharkiv, Mariúpol, Odessa o Kiev para defender a los rusos del Donbass. Uno de ellos es la muerte de cinco generales (no desmentida por Moscú), que pone de manifiesto la necesidad de los mandos rusos de subir a primera línea para animar a una tropa alicaída. Esta baja combatividad de los reclutas también explica el reclutamiento de miles de mercenarios chechenos, sirios y libios, antes de intentar el asalto a Kiev.
Cuanto más ineficaz resulte el plan A, más brutal será el plan B. Se trata de pasar de la ocupación a la destrucción. Rusia tiene capacidad para ello, activando su aviación y desplegando sus misiles de crucero o supersónicos (los famosos Kinzhal). Pero el coste de este cambio de estrategia será muy alto. Dejará en ridículo el propósito inicial de la llamada Operación Militar Especial y pondrá de manifiesto que la primera potencia nuclear del planeta es un tigre de papel cuando tiene que luchar con armas convencionales contra una potencia media pero determinada y que cuenta con el apoyo de Occidente.
Suscríbete para seguir leyendo
- El río subterráneo más largo de Europa está en España: nadie conoce su nacimiento ni su desembocadura
- El Barça vive una tragedia insoportable ante el PSG
- Ya, el árbitro, sí, sí, el árbitro
- ¿Vendrán a mi casa a bañarse?: las dudas sobre abrir piscinas particulares al público
- Impactantes vídeos de las tormentas en Dubái: paralizados aeropuertos y carreteras
- Olvídate de freír el huevo en la sartén: esta es la fórmula para hacer los mejores huevos fritos
- Detenido un motorista por circular por la N-340 sin haber obtenido nunca el permiso de conducir
- Día 1 del ‘posxavismo’: el Barça busca entrenador (Márquez, Flick...)