¿El feminismo está dividido?
Desde el feminismo se defiende que ser mujer u hombre es una realidad biológica, el resto de características que se asocian a ambos son producto de construcciones culturales. Esta visión es apoyada a día de hoy desde la neurociencia
Berta Aznar
Profesora de Blanquerna-Universitat Ramon Llull
Berta Aznar
Este 8 de marzo varios medios han señalado la división del feminismo a raíz de las marchas segregadas que se han convocado en distintas ciudades de España bajo los términos "feminismo inclusivo" y "feminismo abolicionista". A primera vista, cualquiera preferiría formar parte del autodenominado “feminismo inclusivo”, pero ¿sabemos realmente qué se esconde bajo el lema de la diversidad de la teoría 'queer'?
Cabe recordar que el feminismo es un movimiento para niñas y mujeres, que se encuentran en una situación de inferioridad respecto a los hombres. La teoría feminista, cuyas bases se han ido asentando gracias a la lucha y al pensamiento de muchas mujeres, parte de la premisa ampliamente constatada de que las niñas y las mujeres son oprimidas a causa de su sexo.
Las feministas luchan contra los estereotipos de género que mantienen a la mujer en una posición subordinada; por ejemplo, han hecho notar que el hecho de asumir que las mujeres están más dotadas por naturaleza para asumir funciones emocionales y de cuidado las ha mantenido recluidas en el ámbito doméstico y, por tanto, alejadas de los espacios públicos y de los puestos de poder en los que se toman las decisiones políticas y económicas que mantienen esta desigualdad estructural. Por este motivo, desde el feminismo se subraya la necesidad de abolir el género, concebido como mandato cultural que convierte la conquista de la igualdad en una quimera.
Dicho de otro modo, desde el feminismo se defiende que ser mujer u hombre es una realidad biológica, el resto de características cognitivas, emocionales o sociales que se asocian a ambos son producto de construcciones culturales que se transmiten generacionalmente –el género–. Esta visión es apoyada a día de hoy desde la neurociencia, gracias a investigadoras como Gina Rippon, Daphna Joel o Cordelia Fine, que están desmontando el neurosexismo que tantos años ha condicionado la investigación científica.
En cambio, la teoría 'queer' contempla el género como una identidad que puede 'performarse' libremente. El género deja de ser concebido como una imposición y pasa a ser una elección personal, desprendiéndose de su carácter negativo. Si cada persona puede escoger el género, ¿por qué son negativos los estereotipos? Además, desde la teoría 'queer' el sexo deja de ser una realidad material y pasa a ser también una construcción social –como el género–, por tanto, la raíz de la opresión a la mujer queda totalmente desdibujada. ¿Cómo se puede articular el feminismo desde este punto de vista? Acertadamente, Rosa Cobo explica que la teoría 'queer' es una teoría sobre las disidencias sexuales, pero esto no la convierte en feminista. Lo que hace esta teoría es intentar explicar con argumentos acientíficos la situación en la que se encuentran algunas personas y lo generaliza a todos los seres humanos.
La agenda feminista ha ido variando en función de las injusticias que han ido enfrentando las mujeres en cada momento histórico, pero gracias al análisis del origen de las desigualdades se han establecido algunos ejes básicos como la lucha contra la explotación sexual y reproductiva. La teoría 'queer', desde su visión neoliberal de la libre elección, no solo ignora estos preceptos, sino que se manifiesta a favor.
La aceptación de esta teoría, a pesar de que parezca inocente, pone en peligro la lucha feminista y el logro de la igualdad real entre hombres y mujeres. No podemos perder de vista que los avances en igualdad se basan en la concepción feminista del binomio sexo-género; por ejemplo, ¿cómo si no podemos prevenir, detectar y actuar contra la violencia machista?
La coeducación en la escuela, como herramienta fundamental para luchar contra las desigualdades entre mujeres y hombres, se está perdiendo de vista en detrimento de la identidad de género, que transmite a los niños un peligroso mensaje envuelto en un falso progresismo; les hace creer que no tienen sexo y pueden cambiarlo según se sientan, en lugar de hacerles sentir libres de los estereotipos que la sociedad impone a cada sexo.
Las feministas ya estamos acostumbradas a ser etiquetadas como locas, exageradas o histéricas cuando señalamos una injusticia o potencial peligro para las mujeres. Aceptar la diversidad es muy loable, pero esa inclusión no puede fagocitar al movimiento; si perjudica a niñas y mujeres NO ES FEMINISMO.
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