GOLPE FRANCO

"¡Aburrimiento extremo en Chamartín!"

El Barça celebra uno de los goles de Ferran

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Juan Cruz

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La última vez que el Barça le ganó 5-1 al Real Madrid las lágrimas de un madridista, mi nieto Óliver, entonces de seis años, me partieron el alma. Hacía frío en Barcelona, el muy amable Carlos Naval tuvo la gentileza de proporcionarnos asientos cercanos a la cancha y la madre del niño y este apasionado seguidor de Modric pudieron ver con comodidad y con nervios de distinta naturaleza una goleada que en aquel entonces aún se podía permitir el equipo al que profeso fe desde que tenía la edad de la que ahora disfruta el nieto. 

Cuando el resultado ya empezaba a ser muy abultado para un partido así, el muchacho me interpeló indignado y me espetó: “¡Nunca me vuelvas a traer a este campo!”. El partido al fin se saldó con aquellos guarismos que a él le parecieron insoportables y durante la vuelta a Madrid, donde vivimos, él decidió no decir ni palabra. Me sentí culpable de la desgracia que él purgaba en ese momento, pero no pude hacer nada por devolverle la alegría. Además, era imposible darle la vuelta al resultado de la primera goleada azulgrana que no pude celebrar.

Partido estelar

El mismo niño, que ya va para adolescente y ha depurado su conocimiento del fútbol, pero no la resignación ante la derrota, se enfrenta hoy a la pasión del abuelo como si fuera un duelo de titanes en el que, de momento, parece que él y su equipo llevan las de ganar. Aquella vez del Barça-Madrid era el 28 de octubre de 2018. Tantos años más tarde vemos de lejos la victoria sin remedio del equipo de Chamartín, aunque el Barça de mis amores escala sin desmayo una tabla que mantiene las distancias pero no anula las ilusiones.

Ya él tiene, además, la experiencia de ida y vuelta, pues el 28 de octubre último (ya es casualidad la simetría, ese 28 que para él sería fatídico en 2018 y para mi un bofetón de realidad que evoca un 2-8 de terrible memoria) lo llevé a ver un soporífero e intransitivo Madrid-Osasuna que transcurrió con su entusiasmo de madridista intacto. Un cero-cero describió el ritmo de aquel bodrio, pero él se comportó como si allí se estuviera disputando una final. 

En esta ocasión las entradas nos las había dado, y nunca se lo agradeceré bastante, el nieto de Luis de Carlos, que se llama como aquel legendario madridista que sucedió en la presidencia del equipo a don Santiago Bernabéu. Acabado el sopor que fue el encuentro un primo de Óliver le pidió a éste que le diera, por el whatsApp, un titular de lo que había visto. Marcado por su decisión de ser tan fiel como un buen periodista, el madridista de la familia gritó ante el micrófono: 

-“¡Aburrimiento extremo en Chamartín!” 

El abuelo y el nieto, y millones de personas, madridistas como él, barcelonistas como yo, afrontamos hoy un partido estelar, decisivo, cualquiera de los adjetivos que merecen duelos así. Lo que es seguro que Óliver no podrá gritar al final la palabra aburrimiento. Jamás un Madrid-Barça dejó tranquilos los ánimos de un aficionado. Gane o pierda su equipo.

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