Artículo de Xavier Casals

¿Gobernar con Vox? Los riesgos del PP

Aunque Vox sea el socio menor en un ejecutivo de coalición con el PP, su influjo político y electoral puede ser superior al tener los altavoces institucionales

Juan García-Gallardo (Vox) y Alfonso Fernández Mañueco (PP).

Juan García-Gallardo (Vox) y Alfonso Fernández Mañueco (PP). / EFE

Xavier Casals

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Pablo Casado y Alfonso Fernández Mañueco convocaron las elecciones de Castilla y León convencidos de que el PP rozaría la mayoría absoluta, noquearía al PSOE, fulminaría a Cs y minimizaría a Vox. Desde Génova se les dio proyección estatal para que el 14-F crease un marco político de caída del PSOE y avance imparable del PP que los comicios andaluces previstos este año debían ratificar y culminaría con la llegada de Casado a La Moncloa en 2023. Pero el resultado fue otro: un avance irrisorio del PP (pasó de 29 a 31 escaños, 31'4%) y un ascenso espectacular de Vox (de 1 a 13 diputados, 17'6%) que ha culminado en un acuerdo de gobierno de ambos partidos. El pacto puede complicar las cosas al nuevo líder 'in pectore' del PP, Alberto Núñez Feijóo, dadas sus implicaciones.

Las “tres derechas” como problema


Lo planteamos así porque a nuestro juicio existe un error de apreciación importante en sectores del PP sobre Vox y que explicitó el expresidente José Maria Aznar. Este en 2018 afirmó que el espacio de la derecha se había “troceado” entre PP, Cs y Vox y debía recomponerlo Casado, que ese año asumió la presidencia popular. El problema era cómo hacerlo: ¿Con discursos que conectasen los tres electorados? ¿Con coaliciones electorales? ¿Con ejecutivos de coalición? Casado, sin estrategia aparente al respecto, alternó las fórmulas: hizo la coalición electoral Navarra Suma con Cs; se acercó al discurso de Vox en las campañas; e hizo gobiernos de coalición con Cs y el apoyo externo de Vox. Finalmente, la aparente extinción de Cs deja al PP y Vox disputándose el voto de la derecha en solitario y –desde la lógica 'aznariana'- su acuerdo sistemático no debería ser complicado.

El problema es que Aznar tenía razón solo de forma limitada, pues, aunque el voto a Vox procede del electorado popular, el partido verde cada vez es más distinto al PP. De ahí que para Génova no sea lo mismo gobernar con Cs y fagocitar a su electorado con un discurso liberal que hincar el colmillo en los temas de Vox. Estos, entre otros aspectos, pasan por frenar a la inmigración con muros 'trumpistas' en Ceuta y Melilla; asumir supuestas conspiraciones como la del millonario filántropo George Soros, y guiños al movimiento antivacunas; oponerse a la ley de violencia de género; erradicar el Estado autonómico; cortejar a los gobiernos de Hungría y de Polonia (dos miembros díscolos de la UE cada vez más autoritarios). Convendrá el lector que ello es excesivo para un PP que según Casado aspiraba a representar el “centro reformista”.

Vox, un compañero de viaje peligroso

En el PP, además, no hay unanimidad sobre si debía gobernarse o no con Vox en Castilla y León. Recordemos que Isabel Díaz Ayuso estaba a favor y el analista Iván Redondo afirmó en 'La Vanguardia' que “7 de cada 10 votantes conservadores quieren el pacto PP-Vox”. Por tanto, la cuestión divide al partido y a su electorado. ¿Qué puede pasar al formarse ahora este ejecutivo? A nuestro juicio puede tener tres consecuencias importantes. En primer lugar, el PP puede enviar a su electorado el mensaje de que si vota a Vox, ambos se entenderán en el gobierno. Ello favorecería las deserciones hacia el partido de Abascal, al ser un “voto útil”. En segundo lugar, debe ponderarse que Vox hoy es un actor mucho más sólido que cuando inició el salto institucional. El ciclo electoral de 2019 le reportó ingresos saneados (de los casi 15 millones de euros que ingresó en 2020, el 66% eran públicos); posee una maquinaria potente; goza de tendencia al alza y parece tener un electorado fiel (cuando Ayuso arrasó en las elecciones madrileñas de 2021, Vox pasó de 12 a 13 escaños). Por tanto, aunque Vox sea el socio menor en un ejecutivo de coalición con el PP, su influjo político y electoral puede ser superior al tener los altavoces institucionales. En tercer lugar, quizá Vox no salga vencedor en todos los aspectos, pues se enfrenta a una disyuntiva importante: ¿Podrá conciliar largo tiempo su oposición a las autonomías con la participación en sus instituciones (parlamento y gobiernos)?

Todo lo expuesto hace de Castilla y León un potencial laboratorio de la derecha, especialmente cuando ya ha comenzado la precampaña de las elecciones andaluzas.

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