La campaña militar (5) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Sin logística no hay victoria posible

A la vista del rendimiento de las tropas rusas en Ucrania parece claro que buena parte del fracaso que están cosechando es consecuencia directa de una mala planificación y rendimiento de los distintos escalones logísticos

Tanques rusos destruidos en las afueras de Brovary, Ucrania

Tanques rusos destruidos en las afueras de Brovary, Ucrania / REUTERS

Jesús A. Núñez Villaverde

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Cuando se desata un conflicto bélico la atención suele fijarse en la relación de fuerzas de combate en presencia y en el tipo de material con el que cuenta cada contendiente. Son, desde luego, elementos muy visibles y hasta cuantificables; de ahí que sean muchos los que de su mero cálculo matemático -con el añadido de los presupuestos de defensa de cada bando-, pretenden extraer juicios concluyentes sobre la posibilidad de victoria o derrota de cada uno de ellos. Para su desgracia, la guerra es una confrontación violenta de voluntades en la que son muchos los imponderables y muy diversos los factores que finalmente harán que la balanza se incline en un sentido o en otro. Y entre ellos, además de la moral de las tropas y la ciudadanía, la logística ocupa un lugar muy especial.

Definida, junto con la estrategia y la táctica, como el tercer pilar básico del arte de la guerra, la logística es la disciplina que planifica y ejecuta las tareas necesarias para proporcionar los medios requeridos por las fuerzas de combate- humanos, materiales, físicos y servicios- con la finalidad de garantizar su plena operatividad y, si esas fuerzas entran en combate, la victoria. De ahí que, salvo en el caso de una acción quirúrgica o un golpe de mano, toda operación que se prolongue en el tiempo debe contar con una sólida base logística que asegure una cadena de transporte, abastecimiento y reparación para garantizar que es posible mantener el esfuerzo bélico de manera ininterrumpida. Una base que, medida en recursos humanos, se traduce en la necesidad de contar al menos con tres efectivos por cada uno de los desplegados en primera línea.

A la vista del rendimiento de las tropas rusas en Ucrania parece claro que buena parte del fracaso que están cosechando- lo que no impide que su abrumadora superioridad les permita seguir avanzando- es consecuencia directa de una mala planificación y rendimiento de los distintos escalones logísticos. En lugar de planificar la invasión tomando en consideración la hipótesis más peligrosa- una férrea resistencia ucraniana-, Moscú consideró que con una operación relámpago podría lograr de inmediato la caída del gobierno de Zelenski y el control total del Donbás. Eso explicaría en principio que los planificadores militares rusos no se hayan dedicado- a pesar de contar con meses para ir acumulando tropas y medios tanto en su propio territorio, cercano a Ucrania, como en Bielorrusia- en establecer una diversificada y bien equipada base logística para alimentar una guerra prolongada.

Por eso, cuando ese primer golpe no logró sus objetivos y se optó por pasar a una guerra de desgaste y de castigo indiscriminado de la población civil, Moscú se ha encontrado con que no es capaz de proporcionar a sus tropas de primera línea ni el personal ni los medios necesarios para doblegar a sus enemigos. Ahí están, para hacerlo más visible, las innumerables imágenes de medios rusos abandonados, de soldados robando comida en los supermercados y de vehículos civiles trasladados al frente para paliar la carencia de suficientes medios militares con los que garantizar el combustible, la munición, la alimentación, la reparación de averías o el rescate y atención a los heridos. Basta con considerar que cada uno de los aproximadamente cien grupos tácticos de combate desplegados por Moscú para la invasión- con alrededor de unos 1.000 efectivos humanos cada uno- necesita contar con unos 40-50 vehículos para ser realmente operativo. Esa es la prosa de la guerra.

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