Artículo de Rosa Ribas

Esta obra puede contener trazas de Mortadelo y Cervantes

No quiero leer ni a la nueva Highsmith ni a la nueva Rodoreda, para esa las leo a ellas. Sí quiero leer voces nuevas en las que resonará, como es de esperar, un bagaje

Retrato de Miguel de CervantesOpi

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Rosa Ribas

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“Esta novela es una mezcla de XX con elementos de YY”. “La autora nos recuerda a ZZ”. “El nuevo XY”. Hay fajas de libros que presentan a sus autores como deudores o herederos de tales pesos pesados de la literatura, que me pregunto cómo pueden soportar esa carga y el miedo a la decepción que tales expectativas puedan causar en sus lectores. 

Todos los autores somos hijos de otros autores. O nietos. O sobrinos. O su gemelo malo. Todos tenemos influencias, filias y fobias. Pero no estoy segura que sea un argumento de venta tan deseable como creen los departamentos de márketing de las editoriales. No quiero leer ni a la nueva Highsmith ni a la nueva Rodoreda, para esa las leo a ellas. Sí quiero leer voces nuevas en las que, por supuesto, resonará, como es de esperar, un bagaje. 

No tengo nada contra las comparaciones. Es muy halagador que te asocien a autores que admiras. Los escritores, antes que nada, somos lectores. Lectores que fagocitamos todo lo que leemos, incluso aquello que no nos gusta. Todo ello deja huellas. Pero en ocasiones la búsqueda de estos referentes, como en las fajas de algunos libros, rayan el absurdo.

Les voy a presentar un ejemplo propio.

Hace ya unos años presenté mi primera novela en la Universidad de Fráncfort, donde entonces trabajaba. La presentadora provenía también del mundo académico. Eso se notó. Mucho.

El marco, un aula universitaria, también debió de influir, cuando, tras la obligatoria sinopsis del libro – un joven pintor flamenco recibe el encargo de trasladarse a Madrid para pintar un gran cuadro encargado por el conde de Villamediana–, la presentadora empezó a desgranar una lista de influencias literarias que había descubierto en mi novela. Nada que objetar, como he dicho, los escritores se alimentan en buena parte de libros. 

La incomodidad empezó cuando entre las influencias que ella citó aparecieron autores y obras que ella había leído, pero yo no. Esa incomodidad aumentó cuando a esas influencias imposibles se les incorporaron piezas de lucimiento. Como cuando afirmó que encontraba que la historia echaba raíces en 'El libro de Buen Amor' del Arcipreste de Hita, supongo que por el fragmento del pintor Pitas Payas. Eso me pareció tan excesivo que, dejando de lado toda cortesía, tuve que interrumpirla. Lo cuento porque, en el caso de que ella leyera esta texto, no temo ofenderla porque creo que ya se ofendió lo suficiente cuando le respondí que no era así. Que para nada había tenido que remontarme a un libro del siglo XIV para que se me ocurriera la historia de un pintor que trabaja por encargo de un noble. Pero que, si quería buscarme un referente, era más fácil que lo encontrara en la película 'El tormento y el éxtasis', de 1965, en la que Charlton Heston encarnaba a Miguel Ángel, al que el Papa Julio II (Rex Harrison) encarga la pintura del techo de la Capilla Sixtina. La vi seguramente por primera vez (como tantas películas clásicas) en una sesión de tarde de TVE y me quedaron grabados en la memoria los planos en los que Julio II aparece repetidamente para preguntarle a Miguel Ángel: "¿Cuándo acabarás?". Y Miguel Ángel le responde que acabará cuando acabe.

Para ella, mi perfil intelectual perdió puntos a ojos vista. Pero es que, puestos a buscar, los autores somos como las tabletas de chocolate que advierten en las etiquetas que pueden contener trazas de cacahuete: seguramente en mis textos, además de las del Arcipreste de Hita, también hay trazas de todos los Mortadelos que me leí de pequeña. Y está muy bien que sea así. Pero lo que importa es lo que hacemos con todo ese bagaje, desde lo más trivial a lo más exquisito.

Como los autores nos apoyamos en autores, para cerrar acudiré al argumento de autoridad. Y no será una autoridad cualquiera, no señores, sino la voz de uno de los más grandes. Así habla Cervantes en el prólogo del Quijote, sobre de la búsqueda de padrinos y fuentes:

“De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del abecé, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoílo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. (...) porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos.”

Una vez más, gracias, don Miguel.

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