Artículo de Josep Maria Fonalleras

'Ucrania aún no ha muerto'

El adverbio de tiempo en el himno ucraniano es concluyente, desolador, trágico. Es la conciencia de una existencia precaria, anclada en siglos de sufrimiento y sumisión

Bandera de Ucrania en Barcelona

Bandera de Ucrania en Barcelona

Josep Maria Fonalleras

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Los himnos nacionales reflejan una realidad o un deseo. Enciclopedias de bolsillo de la historia de un país, explican hazañas en formato reducido a la vez que alientan nuevas acciones valerosas. Pero existen diferencias. Las explicaba hace tiempo Milan Kundera al hablar de las pequeñas naciones "cuya existencia se puede poner entre paréntesis en cualquier momento". Pueden desaparecer y lo saben, todo lo contrario del “francés, el ruso o el inglés, que no tienen por costumbre plantearse cuestiones sobre la supervivencia”. Los himnos son majestuosos y hablan de “grandeza y eternidad”. Al otro lado, dice Kundera, está el himno polaco, por ejemplo, que comienza con este verso: "Polonia aún no ha muerto".

El de Ucrania está cortado con el mismo patrón: "Ucrania aún no ha muerto, ni su gloria ni su libertad". El adverbio de tiempo es concluyente, desolador, trágico. Es la conciencia de una existencia precaria, anclada en siglos de sufrimiento y sumisión. Este "aún” es un ejemplo de coraje y, a la vez, la premonición (casi la certeza) de un final anunciado. Para acabar el cuento, el himno también dice: "Se desvanecerán los enemigos como el rocío cuando sale el sol". Como el rocío, sí. Exactamente igual.

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