Castilla y León

PP-Vox: El pacto de la vergüenza

Hay partidos políticos que, aunque lleven en sus eslóganes la libertad, les da miedo conseguirla

Juan García-Gallardo (Vox) y Alfonso Fernández Mañueco (PP).

Juan García-Gallardo (Vox) y Alfonso Fernández Mañueco (PP). / EFE

Montserrat Mínguez

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Cambios en la energía, cambios en las cadenas de suministros, descarbonización, digitalización, son algunos de los cambios en la forma que trabaja nuestra industria, nuestro campo y nuestras empresas. Estamos sin duda inmersos en un cambio de época sin precedentes

Y para poder afrontar todos estos cambios, es más necesario que nunca, según mi opinión, introducir cambios en la manera de hacer política. Acordar para unir en lugar de confrontar para dividir, para acompañar a la ciudadanía en este proceso de cambio continuo. 

Por eso, me preocupa que, aunque la derecha española cambie de líder, no cambie de guion. La semana pasada volvimos a escuchar en el Congreso de los Diputados al Partido Popular de siempre, aunque no tengan al líder popular de siempre y nos enteramos de la primera decisión que toma el supuesto nuevo 'moderado' líder del PP: con Vox para gobernar en Castilla y León. Craso error.

El experimento más peligroso del avance electoral injustificado en Castilla y León era precisamente esto: facilitar el acceso de Vox a las instituciones. Creo que todas y todos deberíamos tener a estas altura claro y meridiano que nuestro enemigo son los populismos que crecen cavando trincheras ideológicas. Y la trinchera ideológica que tiene cavada la ultraderecha en nuestro país es muy profunda. 

La extrema derecha no ha venido a proteger a ningún trabajador, ha venido a aplastarlos. La extrema derecha no ha venido a ayudar a levantar la persiana a los autónomos, ha venido a ver si se le cae encima. La extrema derecha no ha venido a salvar empresas, votaron en contra de los ertes y de los 'icos'. La extrema derecha no ha venido a defender a nadie, y mucho menos a las mujeres. La extrema derecha ha venido a romper con las autonomías y a imponer su escepticismo sobre Europa. Una Europa a la que estamos viendo más unida que nunca tras la invasión de Putin a Ucrania. Una situación que nos ha hecho ver cuan necesaria es una respuesta política europea conjunta, fuerte, unida y sin dobleces.

Solo a los tiranos les puede no gustar la subida del SMI. Solo a quien se puede pagar la sanidad privada le puede no gustar aumentar el presupuesto en sanidad pública. Solo a quien puede permitirse estudios para sus hijos le puede no gustar aumentar las becas. Solo los que tienen un buen fondo de armario no quieren revalorizar las pensiones. Solo quien pueda comprar un piso para sus hijos puede estar en contra de la nueva ley de vivienda, aprobada precisamente la semana pasada en el Congreso de los Diputados. 

La conclusión a la que llego es que hay partidos políticos que, aunque lleven en sus eslóganes la libertad, les da miedo conseguirla. Porque un Salario Mínimo Interprofesional digno nos hace una sociedad más libre, igual que el Ingreso Mínimo Vital, igual que acceder a la vivienda, acceder a la educación y a la sanidad, o asegurar los derechos de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. Todas estas políticas nos hacen más libres y ni en la derecha ni en la ultraderecha se ha demostrado ni tan si siquiera un atisbo de satisfacción por haberlas conseguido, al contrario, lo único que se ha demostrado es la cantidad de tiempo que pierden ambas formaciones en torpedear esos acuerdos y, si no, miren su comportamiento en Europa para bloquear la consecución de los fondos europeos.

“La libertad se aprende ejerciéndola” nos decía Clara Campoamor, por eso, y aprovechando la semana reivindicativa del 8 marzo, si de verdad queremos apostar por la libertad y frenar al miedo, la responsabilidad nos está interpelando a todos los partidos políticos. ¡No a Vox en las instituciones! Nuestra sociedad no se lo merece. Yo no estoy preparada. Con mi beneplácito que no cuenten.