ANÁLISIS

Un café con Haaland

Haaland celebra un gol con el Dortmund.

Haaland celebra un gol con el Dortmund. / @ErlingHaaland

Sònia Gelmà

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Eso es todo lo que el Barça puede pagar a Haaland. Un café. Y suponemos que Xavi ya tuvo el detalle de invitarle a un par cuando se vieron en Múnich. De hecho, ya dijo Laporta durante su campaña electoral que la situación invitaba a vender prácticamente puerta a puerta.

Y su entrenador es su primer comercial, otra cosa es que su capacidad de seducción sea tanta como para convencer al noruego de las grandes posibilidades que supone jugar gratis en el Barça. No se entiende otra táctica cuando vemos que el límite salarial sale a devolver. Si Haaland quiere fichar, solo tiene que decir cuánto está dispuesto a pagar por ello.

Los movimientos azulgranas no parecen tomarse en serio ese límite. Es cierto que Joan Laporta ha dado un paso atrás respecto al noruego, pero las alternativas tampoco parecen estar dispuestas a pagar por jugar. Solo queda suponer, por lo tanto, que la directiva tiene un plan y que ese tope, ahora negativo en 144 millones de euros, es simplemente un recordatorio: espabilen antes de que llegue junio.

La contradicción entre números y hechos

Asumido, pues, que el límite salarial son los padres, el Barça busca una nueva fórmula para reforzarse en verano y eso pasa por una nueva vía de ingresos. Y, mira tú, qué casualidad, parece que el fondo de inversión que propone Tebas --y por el cual el Barça renunció a Messi-- vuelve a ser el único flotador.

Cada actor de esta partida virtual mueve sus fichas. Así, mientras se nos dice que el techo está bajo tierra, el Barça ha conseguido inscribir –con permiso de la Liga-- a cuatro jugadores en este mercado de invierno, uno de los cuales mediante un traspaso de 55 millones de euros. O el mecanismo no acaba de funcionar, o los engranajes van y vienen según convenga.

En el Barça no parecen sorprenderse por un techo que ya es subterráneo y en la Liga tampoco se sobrecogen ante el descalabro. Y mientras siguen las maniobras, el resto asistimos atónitos --descolocados—ante la contradicción entre lo que dicen los números y lo que dicen los hechos.

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