Guerra en Ucrania

Adiós al McDonald's en Rusia, ¿adiós a una era?

En este "rebobinado" de la historia al que estamos asistiendo solo queda la incógnita de hasta qué punto iremos atrás. ¿Hasta la crisis de los misiles de los años 60, que ya acariciamos? ¿Más allá?

La gente entra a un restaurante McDonald's en Moscú el 9 de marzo de 2022.  Las principales marcas han seguido retirándose de Rusia a causa de la guerra con Ucrania

La gente entra a un restaurante McDonald's en Moscú el 9 de marzo de 2022. Las principales marcas han seguido retirándose de Rusia a causa de la guerra con Ucrania / AFP

Carol Álvarez

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En la primavera de 1984 Margaret Atwood empezó a escribir su novela El cuento de la criada, que tras una exitosa andadura en ventas y millones de lectores acumulados con el paso del año se convirtió en un clásico y culminó en la famosa serie de HBO. Es una ficción sobre una sociedad ultra conservadora arraigada en un futuro imaginado en EEUU donde la crisis y la contaminación ambiental pone en riesgo la fertilidad y somete de forma brutal a las mujeres. La misma Atwood, nacida en 1939, cuenta que no quiso usar elementos inverosímiles y extravagantes en su historia: se limitó a beber de los miedos y vivencias con las que creció. Lo remarca en el prólogo a uno de sus libros cuando apunta que su conciencia se formó en la Segunda Guerra Mundial, y le hizo ver que "el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana. Los cambios pueden ser rápidos como el rayo. En determinadas circunstancias puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar".

Ver o leer El cuento de la criada supone un recorrido por el escalofrío, pero es paralizante un momento que podría parecer trivial, cuando las mujeres dejan de tener acceso a tarjetas de crédito, a cuentas bancarias. Pasa de la noche a la mañana, pero es tan simbólico que el desconcierto y el terror que te atrapa ante tal posibilidad es casi físico, real.

El cierre de los McDonald's y Starbucks de Moscú

Conservo el recuerdo de la llegada del primer McDonald's a Moscú. Fue en el invierno de 1990, y era lo más exótico, impensable y sorprendente que nos llegaba a través de la televisión, un paso de gigante simbólico tras la larga guerra fría y los tiempos del telón de acero.

A día de hoy, con semanas de guerra, horror y muerte en nuestras retinas por el avance de la guerra en Ucrania, la Rusia que emergió a partir de aquel enero de 1990 ha movido sus fichas hacia el pasado en tantos frentes que la retirada de las franquicias de empresas occidentales alimenta el recuerdo de tiempos de comunismo duro, quizá una distopía de horror.

Puestos de trabajo que se ha tragado la tierra en horas, economías en precario, referentes culturales borrados. La llegada de McDonald's a Moscú fue una punta de lanza de la glasnost, apuntaba esta semana en la CNN la profesora emérita de ruso Darra Goldstein, que definió esa "grieta en la cortina de hierro" tan relevante como la retirada ahora de la compañía. "Si en 1990 se abría una nueva era en la vida soviética con  mayores libertades, el cierre del negocio es el de la sociedad en su conjunto", advierte.

En Google Maps los letreros rojos de cerrado temporalmente completan las indicaciones de la veintena de Starbucks que hace unos días aún daban servicio en Moscú. McDonald's aún no ha tenido tiempo ni de actualizar la información. La desglobalización exprés se ha producido en cuestión de horas, y no responde solo a un boicot, es una pieza importante en el gran tablero estratégico de la Rusia que diseña Putin, ahora con la vía más despejada para desplegar su modelo de sociedad para los rusos. En este "rebobinado" de la historia al que estamos asistiendo solo queda la incógnita de hasta qué punto iremos atrás. ¿Hasta la crisis de los misiles de los años 60, que ya acariciamos? ¿Más allá?

'Good Bye Lenin'

Los rusos pueden vivir estos días la pesadilla como un revés de la historia tras aquel punto de inflexión que supuso la llegada de un fast food a la Plaza Pushkin hace 30 años. Un bandazo histórico y cultural traumático, un sucedáneo de aquella tragicomedia cinematográfica tan entrañable de 2003, Good Bye Lenin, en que una mujer que entró en coma en la Alemania de los dos bloques despierta años después cuando ha caído el muro y la familia intenta ocultar la nueva realidad histórica para que no entre en shock. La cortina informativa que extiende Putin con sus censuras a redes sociales, periodistas y medios de comunicación pretende también el control del relato.

La otra batalla de esta guerra pasa por asumir, como ya advertía Margaret Atwood, que "esto aquí no puede pasar" es una falsa creencia. Y que la tercera guerra mundial esté en boca, aunque sea solo en forma de aviso, de mandatarios como Biden o el ministro de asuntos exteriores ruso, Sergei Lavrov, no tranquiliza.

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