Invasión de Ucrania

¿Hacia una tercera guerra mundial?

La interlocución debería ser inmediata entre las cuatro grandes potencias mundiales. De lo contrario, crecerá mucho el número de personas fallecidas, el de personas refugiadas y la degradación económica, medioambiental y social

Eulàlia Vintró

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Hace ya dos semanas que Rusia empezó la invasión militar de Ucrania y no hay ninguna perspectiva clara de cómo evolucionará esta guerra ni de quién tendrá la capacidad de detenerla y abrir un diálogo constructivo de cara al futuro. Veinte días atrás, sin embargo, casi nadie creía que pasaría lo que está pasando y solo Biden lo afirmaba públicamente.

Hoy, sin olvidar las horribles imágenes que nos llegan minuto a minuto del desarrollo bélico, se está incrementando la preocupación y la angustia por una ampliación geográfica del conflicto y por la utilización de armamento nuclear, que podría acabar con la humanidad.

Con la desaparición de la URSS y del Pacto de Varsovia, en 1991, se pactó entre EEUU y Rusia la no ampliación de la OTAN, acuerdo que, como bien conocíamos y estamos viendo estos días, no se respetó: desde 1999 han ido ingresando todos los países de la antigua URSS que bordeaban Europa. De hecho, y dicho de forma esquemática, a finales del siglo XX empezó a cambiar la estructura geopolítica mundial. La guerra fría entre el mundo capitalista y el comunista finalizó y se inició un nuevo equilibrio donde EEUU y China son los grandes protagonistas con la Unión Europea, dependiendo del primero, y Rusia, del segundo. Recordemos, también, que en los diversos conflictos bélicos de las últimas décadas han participado norteamericanos, europeos y rusos pero no chinos, que han optado por hacer de la economía y de las inversiones en todo el mundo el eje de su potencia.

La Unión Europea, además, no está bien valorada por las otras tres potencias, ya que suma a su modelo económico capitalista el intento de promover el bienestar social para toda la ciudadanía y la lucha contra las desigualdades sociales. Las pautas capitalistas en la economía se han generalizado, pero defender el bienestar y la igualdad social solo se promueve aquí. Esto explica por qué los EEUU forzaron la entrada en Europa de los antiguos Estados pertenecientes a la URSS, ya que el incremento de sus miembros dificultaría la construcción de una Europa federal y la existencia de una cuarta potencia, que podría ser más autónoma en relación con los objetivos americanos. De momento, la UE no ha avanzado y tampoco parece que la guerra actual pueda ayudarla.

La ampliación de la OTAN se ha ido llevando a cabo sin que la inmensa mayoría de la ciudadanía europea se fijara y, por tanto, valorara si Rusia se lo tomaba mal. La anexión rusa de Crimea y su apoyo a la zona este de la actual Ucrania, que reclama la independencia, no habían obtenido, hasta ahora, la atención occidental que merecían.

Y, probablemente, más allá de la gran pérdida de vidas humanas y de los millones de personas que emigran en condiciones muy duras, pero que reciben una buena acogida desde los diversos países europeos -lo que nunca había pasado hasta ahora con otros refugiados- las consecuencias económicas y medioambientales de esta guerra son la clave de un posible pacto internacional.

La dependencia energética de Europa es extraordinaria y no puede resolverse de forma rápida. Por ahora, no se ha alterado la llegada del gas ruso y solo hay temor a que los rusos cierren el grifo y hundan a nuestra industria. La subida de los precios del petróleo y del gas en la UE ha empezado ya a repercutir sensiblemente en los precios de la gasolina, de la electricidad y de la alimentación y también ha provocado el cierre de algunas industrias que, en España, originan más erte y pérdidas de puestos de trabajo en el momento en que la recuperación económica pospandemia iba progresando. El alargamiento de la guerra hará crecer estas repercusiones y creará otras. No será fácil ni rápido encontrar cómo resolverlas.

En medio de este alud de informaciones también vemos que EEUU retoma las relaciones con Venezuela e Irán para garantizar más aprovisionamiento de petróleo y que de nada sirven las críticas y desautorizaciones que les habían hecho hasta ayer. De nuevo, lo único que cuenta es la economía.

Aún hoy la OTAN no actúa, EEUU y Europa envían a Ucrania armas, medicamentos y comida y Europa acoge a sus refugiados, EEUU y Europa aplican graves medidas y sanciones económicas a Rusia y sus oligarcas, la ONU condena con amplia mayoría la invasión rusa y China se abstiene y se ofrece como mediadora pero sin apresurarse. Rusia sigue amenazando con la utilización de armamento nuclear y las conversaciones entre ucranianos y rusos han servido de muy poco. La mediación de Turquía en el diálogo entre los ministros de Exteriores de los contendientes no parece que deba servir demasiado.

La interlocución debería ser inmediata y entre las cuatro grandes potencias mundiales. De lo contrario, crecerá mucho el número de personas fallecidas, el de personas refugiadas y la degradación económica, medioambiental y social. También puede incrementarse el riesgo de una tercera guerra mundial, tal vez la última.

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