Guerra de Ucrania

Juego de tronos de guerra

La invasión rusa de Ucrania ha despertado una Europa más unida, pero debe dar el paso adulto de convertirse en una potencia de paz y justicia

Dos banderas de la UE ondean frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas.

Dos banderas de la UE ondean frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas. / YVES HERMAN

Xavier Martínez-Celorrio

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El imperialismo como fase superior del capitalismo comporta una jugosa extracción de riquezas que requiere, se quiera o no, de guerras coloniales e imperialistas, decía Lenin. Por su parte, Trotsky añadía que ante una guerra entre una república civilizada pero imperialista y una monarquía atrasada de un país colonial, las izquierdas han de estar del lado del país oprimido (a pesar de su monarquía) y contra el país opresor (a pesar de su democracia). Putin es otro ruso, pero nada marxista. 

Más bien es un anti-marxista, ultracapitalista, machista, antisemita, homófobo y paneslavista del nacional-conservadurismo de la Gran Rusia que se ha puesto el traje de emperador, lanzando a sus caminantes blancos para invadir Ucrania y ampliar su perímetro imperial. En el nuevo mundo multipolar, no existe un único trono de hierro sino tres: Estados Unidos, China y, faltaba, Rusia, que ahora lo está forjando ante nuestros ojos. Hay que ver si Europa será o no el cuarto trono de hierro.

Seguramente, Putin ha calculado que delante tendría una endeble respuesta de la Unión Europea y que la invasión sería una guerra relámpago para destituir a Zelenski y colocar un régimen títere que, junto a Bielorrusia, garantice el control ruso desde el mar Báltico hasta el mar Negro. Nueva frontera, nueva expansión y orgullo paneslavo para restituir la grandeza de una URSS sin comunismo ni democracia donde solo reine su cleptocracia, su camarilla de oligarcas y sus gulags. Putin es una matrioska posmoderna que mezcla ingredientes y significados ambiguos, aprovechables tanto por las extremas derechas europeas (ultranacionalismo) como por ciertos románticos de la extrema izquierda (anti-atlantismo). Cualquier psicoanalista nos diría que todos ellos esconden un complejo de Edipo expresado en forma de autoritarismo siniestro e iluminado.  

La invasión rusa de Ucrania llega tras una agotadora pandemia, que no ha acabado aún y una inflación que ya frenaba el ritmo de recuperación económica. Tormenta perfecta que Putin aprovecha ante una Europa-mercado envejecida, con democracias fatigadas e infiltradas, desunida en reinos de taifas y liderada por una derecha neoliberal (Durao Barroso, Merkel o Von der Leyen) abierta a los oligarcas rusos y permitir su refugio fiscal. Eso sí, a la vez, apretaba las tuercas de la austeridad en lo peor de la Gran Recesión de 2008 a los países del Sur (Grecia, España, Italia y Portugal), a los que empobreció con políticas de dolor, en palabras de economistas como Stiglitz o Krugman. Esa Europa neoliberal ha fracasado. Necesitamos una nueva y adulta.

Las sanciones económicas a Rusia y el cerco a los oligarcas son medidas de guerra que ha dado una Europa por primera vez unida en mucho tiempo. Sin embargo, tal y como señala Thomas Piketty, hay que elevar el daño efectivo a los oligarcas rusos con una amenaza real de arruinarles y que, así, presionen a Putin a la retirada. Para ello hace falta crear un registro financiero internacional de grandes capitalistas de todo el mundo que, de paso, serviría para luchar contra otros flujos de dinero sucio y corrupto

Una transparencia que incomoda al gran capital europeo y que será difícil que veamos. Esta sería una respuesta firme de una Europa adulta, que cree en sus valores fundacionales de los derechos humanos como antesala de la libertad y la democracia. Cueste lo que cueste a quien más tiene. Porque los derechos humanos se han de anteponer al derecho a la propiedad privada. Ya hemos visto que la industria italiana del lujo y la industria belga de los diamantes quedan fuera del boicot a Rusia. 

Queda por ver si Estados Unidos se atreve a crear ese registro internacional y expropiar o neutralizar al gran capital ruso y su maraña de intereses cruzados con el gran capital occidental. Debería ser Europa quien liderara esa guerra contra los oligarcas rusos, a la vez que envía armas ofensivas para la legítima defensa ucraniana y ojalá se sentara a su lado para negociar con Putin con un Euroejército disuasorio detrás. Es hora que Europa se libere del gran amigo americano y asuma su política de defensa. Implicará más gasto militar, pero Europa ha de crecer como potencia política para preservar la paz y la justicia, sin las cuales ni hay mercado ni siquiera vida o futuro. 

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