Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

Las dos manifestaciones del 8M

8-M / Lucía Etxebarria

8-M / Lucía Etxebarria

Dice una periodista renombrada que en Madrid vamos a vivir dos manifestaciones del 8M: la de PSOE y la de Podemos. La periodista se equivoca. En realidad va a haber una manifestación afín al Gobierno y una manifestación independiente, convocada por la plataforma abolicionista. También habrá dos manifestaciones similares en Barcelona y en diferentes puntos de la geografía española.

Este mes se han puesto de moda dos series de Netflix. Las dos tratan sobre estafadores. Simon Leviev estafa a mujeres con las que mantiene una relación romántica. Anna Delvey estafa a bancos y a hoteles.

A él le vemos como un psicópata. A ella como una heroína de guante blanco.

El precio que pagas por vivir en sociedad es el de acatar reglas y de sacrificar impulsos. El de reprimir tus impulsos más básicos. No poder realizarlos, ni tan siquiera expresarlos. Pero reprimir no supone extinguir. Esos impulsos permanecen ocultos como un virus en tu sistema.

Historias como la de Anna Delvey nos permiten vivir nuestros impulsos reprimidos casi de forma real. Y todos sin riesgo, por experiencia vicaría, desde el confort de nuestro sofá y nuestra mantita. El mecanismo psíquico en juego se llama procuración.

Por eso empatizamos con Anna, porque al fin y al cabo los hoteles y bancos a los que estafó no perdían nada, ya que tenían un seguro que cubrían sus perdidas. Pero no empatizamos con Simon Leviev, porque en el fondo ninguno queremos estafar a personas a las que queremos. Empatizamos con sus víctimas.

Sirva esta introducción para explicar algo que mucha gente no consigue explicarse.

"Cuando se intenta eliminar a las mujeres como sujeto político del feminismo, huyen despavoridas"

Podemos no ha caído en Castilla y León, en Galicia, en Euskadi, en Madrid, porque sus votantes hayan decidido marchar a la ultraderecha, sino porque sus votantes mujeres podían entender que Podemos arremetiera contra los bancos y las grandes corporaciones, pero no que las estafara a ellas.

Sus exmilitantes recuerdan la purga de hace un año, cuando desde el partido les exigieron a las cargos que habían firmado un documento contra la ley trans que se retractaran, bajo amenaza de cesarles si se negaban. Recuerdan cómo la cara de Iglesias apareció en el cartel del Día Internacional de la Mujer. El acoso y derribo a antiguas militantes que abandonaron el partido. Los insultos y amenazas en redes. Los documentos internos en los que se hablaba de feminismos en plural en lugar de feminismo en singular y en los que se animaba a luchar contra "todas las violencias" y la "violencia en pareja", para evitar el término violencia de género.

Los que no entienden cómo ha podido salir beneficiado Vox en estas elecciones no saben que cuando las mujeres dejan de votar es la derecha la que sube inevitablemente.

Y me sorprende que en todos los análisis políticos de la debacle de Castilla y León nadie haya querido analizar este fenómeno, tanto como me sorprende que en las encuestas no les pregunten a los votantes su sexo.

En el libro 'Rising Tide', los politólogos Ronald Inglehart y Pippa Norris argumentan que, a partir de los años 80, en las sociedades postindustriales el voto de las mujeres se ha escorado a la izquierda, hacia opciones socialdemócratas, hacia políticas sociales y redistributivas, en mayor medida que los hombres.

Pero cuando las mujeres se sienten estafadas, cuando contemplan aterradas cómo se intenta eliminarlas como sujeto político del feminismo, cómo se implanta en textos legales o documentos una neolengua que les hace invisibles, que redacta 'progenitor gestante' por 'madre' en textos legales, o 'personas menstruantes' por 'mujeres' en artículos de gran tirada, cómo la igualdad queda entrampada en la diversidad... Entonces las mujeres huyen despavoridas.

Y por eso este 8 de marzo habrá dos manifestaciones.

Porque cuando el héroe, el Robin Hood que venía a robar a los ricos para devolvérselo a los pobres, se ha convertido en un vulgar estafador romántico, el miedo entra por la puerta y la admiración huye por la ventana.

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