Invasión de Ucrania

Putin pierde

Europa ha Estado a la altura. Este resurgir de las democracias es mala noticia para los regímenes autoritarios

El presidente ruso Vladímir Putin, durante su reunión en el Kremlin con el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán.

El presidente ruso Vladímir Putin, durante su reunión en el Kremlin con el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. / YURI KOCHETKOV

Jorge Dezcallar

Jorge Dezcallar

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La semana pasada escribía que Putin ganaba a corto plazo y que Ucrania perdía porque sería incapaz de resistir ante el poderoso ejército ruso. Lo sigo pensando. Pero también creo que a más largo plazo Putin será el gran perdedor del gran error que es la invasión de Ucrania. Por muchas razones.

Porque se ha encontrado con más resistencia de la esperada por parte de patriotas ucranianos dirigidos por un presidente que, como ha dicho Borrell, no ha escapado en el maletero de un automóvil. Han fallado los servicios de inteligencia rusos, la imagen de su poderío militar sufre, la conciencia mundial se conmueve y aumentan las protestas en la misma Rusia. El tiempo corre en contra de Putin y eso anuncia más muertos que le pasarán factura. Acabará acusado de crímenes de guerra.

Porque con esta agresión Rusia ha destrozado toda posibilidad de tener una relación normal con Ucrania, un país muy cercano histórica y culturalmente. Los ucranianos difícilmente olvidarán lo que Putin les ha hecho.

Porque Putin se ha revelado sin tapujos como lo que es, un dictador arbitrario que es capaz de embarcar a su país en una guerra brutal sin dar cuentas a nadie. Una guerra que tampoco gusta a parte de su propia población que ya la comienza a sufrir (devaluación del rublo un 30%, desinversiones, escasez, aislamiento...).

Porque la credibilidad tarda en ganarse y se pierde deprisa. Putin carece de ella después de jurar durante semanas que no invadiría Ucrania mientras Biden advertía de lo contrario. No se puede uno fiar de lo que acuerde ahora en las conversaciones con los ucranianos.

Porque la invasión ha convertido a Putin y a su régimen en “parias”, como ha dicho Biden y se demostrado en la votación de la ONU. Y eso echa a una Rusia aislada en brazos de China, que será la parte preponderante de la relación y que está muy incómoda con lo que ocurre. 

Porque acelera el paso hacia un mundo multipolar ampliando la brecha entre democracias y regímenes autoritarios que ofrecen modelos contrapuestos de gobernanza global.

Porque ha resucitado a la OTAN cuando hace solo un par de años (en época de Donald Trump) Macron la consideraba “en muerte cerebral", convirtiendo así la próxima Cumbre en Madrid en una cita de enorme importancia para el diseño de su nuevo “concepto estratégico”. 

Porque la invasión ha logrado reunir de nuevo a americanos y europeos, y a estos entre sí, como nunca antes. Es una magnífica noticia para Europa, igual que lo es la decisión de enviar armas letales a Ucrania con cargo al presupuesto comunitario. Europa ha Estado a la altura. Este resurgir de las democracias es mala noticia para los regímenes autoritarios.

Porque occidente ha impuesto a Rusia sanciones de una magnitud nunca vista antes. Particularmente grave es la exclusión de Rusia del sistema Swift (que Medvedev comparó en 2019 a “una agresión militar”) y la congelación de sus activos financieros en el exterior por una cantidad equivalente a la mitad de las reservas con las que Putin pensaba capear la crisis. Supongo que ya habrá rodado la cabeza de quién no las repatrió a tiempo. 

Porque la crisis obligará a Europa a replantearse su dependencia energética de Rusia (Alemania ha paralizado el gasoducto Nordstream 2), que es hoy una gran debilidad. Y eso nos hará más fuertes.

Porque la invasión ha acabado con el pacifismo de Alemania, que ha duplicado su presupuesto de Defensa y autorizado el envío de armas letales a Ucrania. También ha puesto sobre la mesa la neutralidad de Suecia, Suiza y Finlandia. 

Pero el que Putin no tenga razón no excluye que tenga razones que exigen ser consideradas. Ucrania es un mero peón en su designio de rediseñar la estructura de seguridad europea surgida del fin de la guerra fría, que entiende que le perjudica. De ahí sus exigencias en Ucrania y sus amenazas a Suecia y Finlandia para que no se acerquen a la OTAN. Por eso es importante pararle ahora, porque no hacerlo nos garantiza más problemas en el futuro. Lo deseable sería poder tratar sosegadamente de estos asuntos en una Conferencia sobre la Seguridad en Europa. Pero para ello Rusia debería antes retirar sus tropas de Ucrania y no parece que lo vaya a hacer. El futuro inmediato es muy oscuro.

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