Barraca y tangana

Necesito urgentemente

Mateu Alemany, en un acto del Barça.

Mateu Alemany, en un acto del Barça. / EFE

Enrique Ballester

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La vida adulta está llena de trampas y es dificilísima. Cuando eras niño llegabas un día a casa y había una televisión nueva, y ya está. Simplemente la veías y te parecía perfecta. Ahora cambiar de televisión me resulta una hazaña gigantesca porque debo decidir yo, porque la elección depende de mi supuesta sapiencia. Ahora cambiar de televisión es un dolor de cabeza porque me doy cuenta que de televisiones no tengo ni idea, y tampoco tengo tiempo para analizar al detalle las posibilidades del mercado en su interminable oferta, que no puede darme más pereza este tema.

Al final hasta el dinero es lo de menos: un día cualquiera compraré una televisión cualquiera con la convicción de que me estoy equivocando, de que no sé lo que estoy haciendo pero no tengo más remedio, y de que cueste lo que cueste soy carne de estafa.

La evolución del Barça

Necesito urgentemente que Mateu Alemany tome las riendas de mi existencia. No sé si ofrece este tipo de servicio, pero viendo la evolución del Barça durante los últimos meses, viendo sus fichajes y los equilibrismos con las cuentas y viendo el global de su carrera, le lanzo la propuesta y le ofrezco lo que sea. Seguro que Mateu Alemany sabe perfectamente qué televisión, qué coche y qué teléfono debemos comprar. Seguro que Mateu Alemany sabe dónde invertir en tiempos de guerra. Seguro que Mateu Alemany sabía qué quería exactamente esa chica de la que aún te acuerdas. Seguro que Mateu Alemany sabe qué deberíamos hacer este fin de semana, a qué instituto llevar a nuestros hijos y qué pedir para la cena. Seguro que sabe qué trabajos aceptar y cuáles rechazar, a quién fichar en Biwenger para el once titular y de quién nos podemos fiar. Necesito urgentemente que Mateu Alemany me organice la vida y la agenda, que decida por mí lo que sea.

Necesito urgentemente que Mateu Alemany me organice la vida y la agenda, que decida por mí lo que sea

Necesito que Mateu Alemany me avise de que llevo mucho tiempo sentado en la misma postura para cambiar y que no se me duerma la pierna. Que me diga qué champú es el mejor para mi cabeza. Que pronostique qué será de nosotros en la próxima década. Necesito tantas cosas que agradezco cualquier aportación externa, por muy nimia que parezca.

El salto de Yeremy Pino

Mi hijo Teo vivió la semana pasada una nueva experiencia: por vez primera se enfrentó al típico niño que está más desarrollado que los de su edad, que tiene más fuerza, más velocidad y más potencia. Teo sufrió en la defensa y acabó el partido como si en lugar de tener 5 años tuviera 50. Al terminar me dijo que el rato que pasó en el banquillo fue el mejor que había pasado, y que hizo lo que pudo aunque el niño ese le diera un poco de miedo. Ahí me atrapó la pena y le expliqué que el fútbol no es para ponerse triste, que a veces se pierde y no pasa nada, que igual te quiere tu abuela. Hubiera necesitado a Mateu Alemany para medir la respuesta correcta, pero tuve suerte al llegar a casa y encender la televisión vieja.

Porque había fútbol y Yeremy Pino -que es bajito-, le ganó un salto tremendo a Cabrera -que es un mostrenco- y marcó de cabeza. Avisé a mi pequeño Teo, que se vio identificado desde el primer momento, que pareció entender que el fútbol es para grandes y para pequeños, que importa más ser listo y estar atento que todo lo que se puede medir por centímetros. Si había dudas, Yeremy marcó otros tres goles, pero a esas alturas Teo ya había recuperado el ánimo y estaba otra vez jugando con la pelota, pura diversión, y tan contento. Le debo una a Yeremy si un día me lo encuentro. 

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