Guerra en Ucrania
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El riesgo nuclear está ahí

Resulta poco tranquilizador que Putin haya equiparado las sanciones con una declaración de guerra

Ucrania: ¿La viruela podría ser el «botón nuclear» que apriete Putin?

Ucrania: ¿La viruela podría ser el «botón nuclear» que apriete Putin?

Si toda guerra es una derrota de la razón frente a la inquina de los agresores, la posibilidad siquiera remota de cruzar la linde del recurso al armamento nuclear coloca a la humanidad ante una amenaza aún mayor: la de que se desencadene una hecatombe aniquiladora. Las reiteradas referencias al arsenal nuclear hechas por Vladímir Putin y su ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, desde que empezó la invasión de Ucrania pueden ser solo algo pensado para resquebrajar la unidad de Occidente, pero no hay ninguna garantía de que sean solo eso en boca de gobernantes imprevisibles que se han embarcado en una operación militar cuya progresión está lejos de ser la prevista por los generales antes de dar la orden de ataque.

La decisión rusa de utilizar la artillería para hacerse con el control de la central nuclear de Zaporiyia –seis reactores– justifica que desde el viernes haya crecido el temor ante la irresponsabilidad exhibida por los invasores. La Agencia Internacional de la Energía Atómica coincide con la opinión expresada por expertos independientes: un accidente en una instalación como la sometida a fuego de artillería podría desencadenar un episodio de contaminación radioactiva de proporciones continentales. El dato tiene especial relevancia porque en Ucrania otras seis grandes centrales son objetivos de la fuerza desplegada por el Kremlin y, en todos los casos, los peligros potenciales son enormes.

Resulta poco tranquilizador que Putin haya equiparado las sanciones con una declaración de guerra. Porque a partir de ahí, de esa consideración exorbitada, todo es posible en esa escalada irrefrenable, en esa incertidumbre que los gestores de la guerra fría, de la OTAN y del Pacto de Varsovia, supieron modular en evitación de males mayores: armados hasta los dientes, los adversarios consagraron la destrucción mutua asegurada y convirtieron los arsenales atómicos en instrumentos de disuasión para garantizar que nadie se vería tentado a hacer realidad el Armagedón.

En el ánimo de Putin, embarcado en una guerra retransmitida en directo a todo el mundo y que ha degradado su imagen y la de su país más allá de toda previsión, no es seguro que estas consideraciones sean suficientes para contenerle. Todas las teorías de la escalada advierten del riesgo de que el paso siguiente a un ataque masivo e infructuoso con armas convencionales sea la utilización de un arma nuclear táctica o de teatro, capaz de causar gran devastación en un área relativamente pequeña. Solo cabe añadir que es moralmente escandaloso y políticamente reprobable que Putin haya sido incapaz de excluir de forma específica el uso de tales armas, de que porfíe en su belicosa agresividad y de que deje la puerta abierta a cualquier opción que le permita alcanzar sus objetivos.

El presidente ruso optó por la invasión e hizo inútiles todos los esfuerzos diplomáticos a partir de su convencimiento de que hacerse con Ucrania requeriría una guerra corta, la reacción de Occidente sería limitada y las sanciones económicas causarían un daño asumible. Ninguno de esos supuestos se ha cumplido, algo que acrecienta la naturaleza imprevisible de su comportamiento los próximos días y semanas, incluida la vía nuclear. Porque Vladímir Putin ha traspasado todos los límites de la sensatez y nada parece quedar fuera de sus cálculos frente a una opinión pública, la rusa, sometida a un bombardeo incesante de desinformación.