Guerra de Ucrania

Unión Europea: Avanzar dos décadas en cuatro días

En el momento bélico creado por Moscú no podrá haber ni diplomacia ni política que no vaya acompañada de poder militar

La presidenta de la Comisión Europea (UE), Ursula von der Leyen.

La presidenta de la Comisión Europea (UE), Ursula von der Leyen. / DPA vía Europa Press

Áurea Moltó

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Un lugar común para empezar: la Unión Europea avanza en las crisis. Es verdad que, en algunas de ellas, casi se queda por el camino y han dejado una profunda sensación de agotamiento en el proyecto europeo. De la crisis del euro de 2010, los europeos salieron maltrechos y resentidos, de norte a sur; de la crisis de los refugiados de 2015, divididos este-oeste; del Brexit de 2016, todos salieron desconfiados; y de la pandemia, polarizados.

Sin embargo, en cada crisis se ha activado algún mecanismo que ha permitido salir del atolladero y que está en el origen de avances en la integración, a veces a grandes pasos, otras a pasos minúsculos. Ejemplo de gran avance ha sido la pandemia, con la creación del Fondo de Recuperación, el mayor paquete de estímulo aprobado por la UE para impulsar y transformar de forma colectiva la economía europea. En el lado contrario, está la crisis de los refugiados, donde hasta la fecha apenas se ha logrado más que una toma de conciencia, sin ningún resultado en una política moderna de gestión de la movilidad y el asilo.

Ahora, ante el precipicio de una guerra en el continente lanzada por Rusia, los europeos han avanzado de golpe más de dos décadas en la construcción de una defensa común. Primero fue el canciller alemán, Olaf Scholz, quien anunció ante el Bundestag el 27 de febrero, tres días después de la invasión rusa de Ucrania, un presupuesto especial de defensa de 100.000 millones de euros, así como el compromiso de aumentar el presupuesto de Defensa por encima del 2% del PIB. Le siguió la aprobación de la UE para comprar y enviar material militar al Gobierno ucraniano, con cargo al Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, creado en 2021 para fortalecer las capacidades de los países de la UE y de terceros países.

Aunque no es la primera vez que los europeos se muestran convencidos de la necesidad de contar con una política de defensa, la escalada militar de Rusia les está obligando a acompañar sus declaraciones con acciones inmediatas. Al fin y al cabo, ninguna política exterior es creíble si no está respaldada por los medios –militares, llegado el caso– con los que desarrollarla.

En los análisis de estos días, resuena con especial preocupación lo que podría interpretarse como un predominio del enfoque militarista sobre la negociación diplomática y los acuerdos políticos. La realidad, sin embargo, es que en el momento bélico creado por Moscú no podrá haber ni diplomacia ni política que no vaya acompañada de poder militar. Ha tenido que rugir la amenaza militar rusa, incluida la nuclear, para resucitar una política imprescindible en un escenario de competencia geopolítica descarnada.

El proyecto de la Europa de la defensa se remonta al Tratado de Maastricht, pero fue lanzado oficialmente en diciembre de 1998, en la cumbre franco-británica de Saint-Malo. La declaración del entonces primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente francés, Jacques Chirac, en la que se comprometían a dotar a Europa de una fuerza militar con suficiente credibilidad y medios, es el germen de la Política Común de Seguridad y Defensa, recogida en el Tratado de Lisboa. Si Francia y Reino Unido, las dos potencias militares de la UE, marcaron desde el principio las posibilidades (París) y limitaciones (Londres) para una defensa común, el Brexit dejó a los franceses solos en un empeño cuya más reciente articulación es la “autonomía estratégica” defendida por Emmanuel Macron. 

Ya antes de la crisis de Ucrania, el presidente francés había situado la defensa en lo más alto de la agenda para el semestre de Francia en la UE. Este mes de marzo, el Consejo debería aprobar la denominada Brújula estratégica, el documento que describe las amenazas y los medios que la UE necesita para hacerles frente, y en abril está prevista una cumbre especial sobre defensa. Macron no contaba con un contexto tan favorable como el actual para impulsar la autonomía estratégica en la UE ni para relanzar la relación franco-alemana, aunque Berlín esté más dispuesto a desarrollar también un pilar europeo dentro de la OTAN. “La ambición de Francia es marcar el rumbo de Europa”, afirman los expertos Claudia Major y Sven Arnold, del 'think tank' alemán SWP. El nuevo Gobierno de coalición alemán ha decidido que ellos también quieren marcar el rumbo de Europa.

De la mano de la defensa irá la construcción de una verdadera política exterior para la UE. De ahí que la respuesta que vemos estos días a Rusia no pueda interpretarse como solo militar; es, al mismo tiempo, económica, industrial, tecnológica y, sobre todo, política. El alto representante, Josep Borrell, lleva dos años explicándolo sin descanso. Lo que debería venir ahora es la creación de una verdadera industria europea de defensa y la integración de capacidades, para que los ejércitos europeos dispongan de sistemas interoperables, diseñados con tecnología europea y producidos en Europa.

La UE no solo avanza a golpe de crisis, también avanza cuando París y Berlín van en la misma dirección. Y eso es lo que pasa ahora, con un respaldo muy amplio de otros países de la Unión y, sobre todo, con una opinión pública que dice claramente que está dispuesta a asumir el coste que sea necesario para defender la paz y la seguridad en todo el continente.

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