APUNTE

Un trío de cuatros

Se podrán decir muchas cosas de este tercer póker (¡en una semana!), pero el resumen es que somos más guapos que al empezar febrero

De Jong acude a sumarse al abrazo entre Gavi y Dembélé.

De Jong acude a sumarse al abrazo entre Gavi y Dembélé. / Jordi Cotrina

Josep Maria Fonalleras

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Mientras la FIFA considera que ya hay suficiente con quitar el escudo, el nombre y el himno, y con jugar en campo neutral y sin aficionados, y permite que Rusia siga participando en el Mundial; mientras –en un acto tremendamente arriesgado y valeroso– la UEFA va más allá y cambia la sede de la final de la Champions para que no se celebre en Rusia; mientras Putin nos mete de lleno en el escalofrío nuclear; mientras ocurre todo eso y mucho más, Aubameyang se dedica a los saltos mortales hacía adelante, que son, por supuesto, menos mortales que las piruetas bélicas de estos días aciagos. 

Todo es muy raro. Sesenta años después de aquellos tensos 'trece días' de 1962 en Cuba, llegamos al momento más delicado de la historia reciente, ahí es nada, cerca de un apocalipsis que no nos atrevemos ni a nombrar. Es todo muy raro porque mientras Rusia agrede y somete y asusta, nosotros vivimos entre la indignación, la rabia y el carnaval. Y la pelota sigue rodando, eso sí, con pancartas solidarias antes de cada partido y con banderas ucranias esparcidas por la grada. 

Un cursillo acelerado

Mientras el mundo entraba en esta noche más oscura, el Barça empezaba a ser de nuevo el Barça en el reino de Nápoles y Laporta ya lo celebraba como si se tratara de una final y no de unos octavos de segunda. Estábamos tan necesitados de bailoteo y juerga, de goles y dominio, de seguridad y confianza, que nos creímos que el imperio había vuelto. "Ni somos los más guapos por ganar –advirtió Xavi–, ni seremos los más feos por perder". Es decir, calma, que todavía no ha pasado nada. Lo cierto, sin embargo, es que este mes que se acaba ha significado una especie de cursillo acelerado para recuperar todo aquello que habíamos perdido por el camino, el ADN blaugrana y demás alforjas. Y más tras los últimos diez minutos contra un Athletic que no rugió pensando en la Copa, pero que tampoco habría podido hacer nada frente a este vendaval de optimismo en el que además recuperamos al Dembélé hijo pródigo (de los silbidos de hace días al coro que ensalzaba su nombre) y a un Depay que todavía tiene coraje y olfato. 

El tercer gol del Barça merece un punto y aparte. Viene después del traje de Pedri a Balenziaga (y perdonen ustedes el juego textil de palabras) que es un prodigio de técnica tan alabado y coreado (o más) que un tanto y que no nace de la frivolidad sino de la necesidad. "Estaba 'cagao' por si la perdía", dijo el canario. El tercero es la conjunción del orfebre con el ingeniero en una sola persona. Es croqueta y compás, filigrana y trayectoria. Y esa persona se llama Pedri. Y encima está el centro del exprófugo y el remate de cabeza de quien acabará siendo un amigo. Una delicia, la guinda. Se podrán decir muchas cosas de este tercer póker (¡en una semana!), pero el resumen es que somos más guapos que al empezar febrero. Y que, por unos breves instantes, hemos olvidado un poco las trompetas del juicio final.

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