Economía de la atención

'Homo distractus'

La multitarea se ha convertido en la nueva normalidad, pero eso no significa que sea inofensiva. Muy al contrario. Los expertos no paran de repetir que nuestro cerebro no está preparado para llevar varios procesos cognitivos a la vez

Notificaciones de Whatsapp y de Facebook

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Elena Neira

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Todo el que desarrolla su trabajo conectado a Internet sabe de primera mano lo difícil que puede resultar concentrarse en una única tarea. Diariamente nos encontramos en el epicentro de un bombardeo constante de llamadas, correos, mensajes y notificaciones que invaden nuestros dispositivos. La multitarea se ha convertido en la nueva normalidad, pero eso no significa que sea inofensiva. Muy al contrario. Los expertos no paran de repetir que nuestro cerebro no está preparado para llevar varios procesos cognitivos a la vez. Por mucha soltura que tengamos haciendo mil cosas al mismo tiempo, la fluidez y facilidad de dicho proceso es una mera ilusión. En la práctica es como si estuviésemos presionando constantemente la tecla F5 para refrescar nuestro disco duro, reconfigurando el sistema para devolverlo al punto de interrupción. Puede parecer que somos capaces de retomar las cosas exactamente donde las dejamos, aunque rara vez ocurre así. Como explica la profesora Sophie Leroy, al pasar de una tarea a otra la atención de la persona no se engrana de inmediato. Durante un tiempo, la atención sigue vinculada a la tarea original, lo que reduce de manera considerable el rendimiento. Es decir, tu foco no se trasvasa automáticamente cada vez que saltas del mail a una videoconferencia o del teléfono al whatsapp, sino que se mantiene dividido durante un rato. La multitarea tiene residuos de todas las cosas con las que hacemos malabares al mismo tiempo.

El 'multitasking' es una realidad en el actual modelo organizativo de gran parte de los trabajos. Pero esta cultura digital de lo inmediato también traspasa a nuestra vida personal. En Internet están pasando cosas constantemente y nuestra mente se ha adaptado desarrollando cierta intolerancia a la falta de novedad y a la ausencia de estímulos. El miedo a quedarse fuera de lo que está pasando (lo que los anglosajones denominan FOMO) y el pánico al aburrimiento nos están haciendo entrar en un estado de atención efímera con infinidad de efectos secundarios. La primera y más evidente: nuestra falta de paciencia y el acortamiento significativo de nuestro umbral de atención en una única tarea.

De atención superficial y sus consecuencias sabe muchísimo Cal Newport, profesor de Ciencia Computacional en la Universidad de Georgetown y autor de 'Céntrate' ('Deep Work', ediciones Península). Newport ha dedicado gran parte de sus investigaciones a analizar las consecuencias de este entorno de atención fragmentada y volátil, su influencia a la hora de erosionar la forma en la que pensamos y el futuro de esta cultura de la conectividad constante. Su conclusión es descorazonadora. Si el cerebro construye nuestra forma de ver la vida en función de las cosas a las que le prestamos atención, muchos estamos viviendo en un mundo esculpido por nuestro 'inbox', los 'likes' de Instagram, el 'feed' de Twitter o la última serie de Netflix.  

El antídoto que propone Newport pasa por romper esta tendencia tan interiorizada a vivir con la atención fragmentada y reservarnos momentos de atención única dedicados a un trabajo profundo, esto es, a una actividad en tareas cognitivamente exigentes sin distracciones. También la necesidad de aburrirse, una práctica necesaria para silenciar el ruido mental y romper nuestra acomodación natural a la distracción, que en la práctica puede incluso impedir que nos concentremos cuando queremos hacerlo. Aprender a ubicar el foco en una única cosa es esencial para dar forma a nuevas ideas, para producir a un nivel superior y para exprimir hasta la última gota nuestra capacidad intelectual. Trabajar con profundidad es todo un reto ya que, en la mayoría de los casos, requiere desconectarse de ese ciberespacio en el que, constantemente, pasan cosas. Un entorno que está diseñado para conocernos a partir de nuestras interacciones y que ha convertido nuestra atención en un negocio. De ahí que la inactividad no tarde en desencadenar todo un arsenal de notificaciones para volver a ganarse nuestro favor. 

Nuestra atención no se ha puesto enferma. Nos la han robado sin que nos diésemos cuenta, mientras disfrutábamos de la comodidad de lo inmediato, de las ventajas de la conectividad y la aceleración de los procesos. La solución no es irse a vivir a una cueva, vivir sin móvil o dar de baja Internet. Basta con colgar, de tanto en tanto, el cartel de no molestar. 

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