Guerra en Europa

¿Adiós a las armas?

A Hitler hubo que pararle, la diplomacia no logró apaciguar su ansia. Con Putin esa sintonía empieza a sonar igual.

Rusia bombardea depósito de almacenamiento de petróleo en Ucrania

Rusia bombardea depósito de almacenamiento de petróleo en Ucrania / EFE VIDEO

Rafael Vilasanjuan

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No busquen en estas líneas una sola concesión al pacifismo. No la hay. Vladimir Putin es el señor de la guerra y solo entiende ese lenguaje. El resto es banal, pura palabrería para pensar que podemos detener una carnicería con sanciones y buenas palabras, mientras dejamos a la población de Ucrania en manos criminales. Desde que accedió al poder, Putin no ha parado de ampliar su control sobre territorios que considera propios, mediante la utilización de la fuerza. Chechenia fue el primero. Emulando a Stalin, Putin ha conseguido mantener esa región caucásica como un satélite, sometiendo a toda la población. Le siguió Georgia, solo ocho años después. La invasión de las tropas rusas siguió entonces un patrón muy similar al que ahora aplica en Ucrania. Apoyó a regiones supuestamente separatistas en Osetia y Abjasia, con el objetivo de debilitar al gobierno soberano en Georgia, abortar el sueño de integrarse en la UE y recortar una parte de su territorio con gobiernos satélites.

Anestesiada Georgia, en 2014 la invasión de la península de Crimea y la ocupación y el apoyo a los separatistas de Donbas fue el preludio de esta nueva guerra. Para el líder ruso la guerra es su manera de ejercer el poder a sabiendas de que nadie como él es capaz de manejar tan bien la violencia. Lo peor de todos estos años donde nadie ha frenado al presidente ruso es que hasta la fecha no conoce la derrota. Ha ganado todas sus guerras.

Cuando enfocamos el retrovisor y vemos el sufrimiento y vidas humanas sacrificadas en toda esta relación de conflictos la cuestión es ineludible ¿Dónde está el límite? Es verdad que a Putin no le faltan ejemplos para vender su ataque actual. A fin de cuentas la invasión de Irak, alegando falta de seguridad como consecuencia de unas armas inexistentes, siguió la misma dinámica y ahí lanzaron sus mentiras y sus tropas, George Bush, Tony Blair y José María Aznar. Hay enormes diferencias entre aquella invasión y esta otra de Ucrania, entre otras parece evidente que en ésta el peso de una opinión pública crítica -y mas la occidental, ya que en Rusia está prohibido disentir-, a Putin le trae sin cuidado.

Puede que las sanciones le preocupen algo mas, pero sabe que a medio plazo su impacto en occidente no será menor y empezaran a relajarse. Luego no construyamos la falsa ilusión de tener algo para frenar este conflicto, dejemos de vender que estamos junto a los que sufren en Ucrania. Los servicios de inteligencia americanos estaban sobre la pista buena. Habría invasión y se atacaría hasta conseguir la capital. Pero en cambio no actuamos, ni siquiera preparando una operación humanitaria a gran escala para salvar las peores consecuencias. Rusia ha lanzado una estrategia de ni un paso atrás, mientras occidente, el horizonte en el que Ucrania se proyecta, no para de retroceder. El anuncio de que la OTAN no va a intervenir fuera de sus fronteras fue como ponerle una alfombra roja por donde ahora circulan los tanques hacia Kiev. Si la OTAN tiene capacidad disuasoria, ese anuncio nunca debía haberse hecho.

La única vez que la OTAN ha intervenido ha sido fuera de sus fronteras en la guerra de Kosovo. Ahora ¿Por qué no?

La única vez que la OTAN ha intervenido ha sido precisamente fuera de sus fronteras en la guerra de Kosovo. Ahora ¿Por qué no? ¿Acaso no percibimos que este ataque nos deja mas indefensos que nunca? ¿Qué pasaría si Rusia ataca a Finlandia, que tampoco es miembro de la Alianza? Defender hoy a Ucrania no es ni un acto patriótico ni una guerra ilegítima es una cuestión de seguridad y defensa de los valores democráticos, incluida la paz. El enemigo ya está en casa. Intentar evitar mas víctimas pasa por hablar el único lenguaje que puede entender Putin, el de la amenaza directa. No hace falta invadir ningún país, ni saltarse el derecho internacional. Apoyar con los sistemas de defensa occidentales al gobierno legítimo de Kiev no solo es ético, es legal. Hubo un momento en el que a Hitler hubo que pararle, ni la diplomacia, ni el diálogo, ni las concesiones lograron apaciguar su ansia. Con Putin esa sintonía empieza a sonar igual.  

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