Conflicto Rusia-Ucrania

Putin mueve ficha... y se equivoca

La decisión del presidente ruso de reconocer la independencia del Donbás cierra el paso a cualquier posible proceso diplomático cuando Washington y la OTAN se habían mostrado dispuestos a explorar posibles acuerdos sobre el despliegue de algunos tipos de armas

Putin

Putin / Europa Press

Jesús A. Núñez Villaverde

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Rusia tiene sus razones para plantear un nuevo orden de seguridad europeo, como reclamaba Vladímir Putin en el ultimátum que lanzó el pasado 17 de diciembre. Desde la implosión de la Unión Soviética no solo ha perdido sus “colchones amortiguadores” en el Asia central y en la Europa oriental, sino que ha quedado reducida al nivel de una potencia regional demográficamente en caída, con una economía de monocultivo, dependiente de los vaivenes del mercado de hidrocarburos, e incapaz de evitar una ampliación de la OTAN, a la que percibe como una amenaza a su seguridad; todo ello, a pesar de su todavía impresionante arsenal nuclear. Pero, aunque pueda parecer inicialmente lo contrario, el rumbo que ha adoptado tras el reconocimiento de las 'repúblicas populares' de Donetsk y Lugansk, y el despliegue de tropas en el territorio soberano de Ucrania, le alejan aún más de su objetivo de ser reconocida como una potencia global y de lograr un acuerdo para establecer un nuevo esquema de seguridad continental que garantice su seguridad.

El empeño militarista de Putin deja claro que, en su particular visión de la historia- sosteniendo que Ucrania no tiene identidad nacional propia, distinta de la rusa, y que Lenin es el culpable originario de la pérdida del imperio ruso-, está dispuesto a retener a toda costa a Kíev dentro de la órbita de Moscú. Y por ello no le importa si eso significa violar el derecho internacional (el mismo que potencias occidentales también han violado en tantas ocasiones) o si Washington y otras capitales añaden más sanciones económicas a las que Rusia viene sufriendo, al menos, desde 2014. Calcula, con razón, que ni EEUU ni la OTAN se atreverán a enfrentarse militarmente contra Rusia, y menos por una Ucrania que no representa ningún interés vital para ninguno de ellos. Del mismo modo, considera que tras haber desbaratado cualquier oposición interna a su poder- eliminando a disidentes, medios de comunicación independientes y partidos políticos contestatarios- cuenta con un amplio margen de maniobra (mientras el precio de los hidrocarburos sigue subiendo) para gestionar el descontento que pueda producirse ante las cada vez más duras sanciones internacionales.

Pero, en su afán por imponer su dictado, también está potenciando dinámicas que muy pronto se le pueden volver en contra. En clave ucraniana, su insistencia en que el reconocimiento de independencia del Donbás incluye la totalidad del territorio de las 'óblast' de Donetsk y Lugansk, cuando sus aliados locales separatistas solo controlan un tercio de los 53.000 km2 que abarcan, apunta hacia una inmediata apuesta militar que le permita ir mucho más allá de sus posiciones actuales lo que significa, inevitablemente, un choque directo con las fuerzas armadas ucranianas. Y por muy favorable que sea para Moscú la relación de fuerzas sobre el terreno y el convencimiento de que Kiev no va a recibir apoyo militar directo de la OTAN, sería ilusorio suponer que ese objetivo será coser y cantar para las tropas rusas. Pero es que, además, y sobre todo si decide finalmente anexionar ese territorio a Rusia, Moscú perdería la opción de seguir contando con aliados propios dispuestos a defender sus posiciones en cualquier foro de decisión política ucraniana, especialmente en el ámbito de la política exterior y de seguridad.

Por lo que respecta a la pretensión moscovita de establecer un nuevo orden de seguridad europeo, la decisión de Putin cierra el paso a cualquier posible proceso diplomático cuando Washington y la OTAN se habían mostrado dispuestos a explorar posibles acuerdos sobre el despliegue de algunos tipos de armas, incluyendo las nucleares, y de unidades militares en el continente europeo en línea con el principio de la indivisibilidad de la seguridad, acuñado desde el Acta Final de Helsinki (1975) en diferentes documentos que llevan la firma de todos los actores implicados. Un principio que determina que la seguridad propia no puede alcanzarse a costa de la inseguridad del vecino.

En definitiva, Ucrania en estado de emergencia y sumida en su tragedia, Putin avanzando hacia la derrota a pesar de su aparente fortaleza y el tándem EEUU-UE militarmente impotente ante la agresividad rusa.

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