Crisis en el PP: Dos fotos
Se habla poco de la amistad, un vínculo que a veces se representa como de segundo orden respecto al amor romántico

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. / Mariscal
Interior, noche. Parece una discoteca. Caras de fiesta iluminadas por un 'flash'. Una chica joven -su pelo es más liso y claro- y un niño pijo, como tantos otros, con esa sonrisa que da la fiesta y el saberse, o creerse, con un brillante futuro por delante. Y el futuro, para ellos, es prometedor.
Exterior, día. Una ventana a contraluz. Una oficina. Siluetas enfadadas en una reunión tensa.
Por cada canción de ruptura de una amistad hay diez mil canciones de desamor. Por no tener, no tenemos ni siquiera una palabra para designar este tipo de rupturas, no existe la 'desemistad', aunque sí la enemistad, aunque eso es algo distinto.
A Casado y a Ayuso se les ha roto la suya, como suele ocurrir en estos casos, de tanto usarla en beneficio propio. Probablemente no fuera ejemplar de inicio -tampoco lo son tantaros amores- pero hay algo en esa foto de la discoteca, que ha corrido tanto por las redes estos días, que va más allá de la enésima historia de corrupción y asalto al poder del PP. Porque las amistades también se rompen, o las mata el tiempo, para el común de los mortales, y en esas fotos de discoteca que hallamos en un cajón, o nos recuerda la red social de turno, o afloran en un viejo móvil, está la promesa de quienes fuimos y de cuando creímos que nos íbamos a comer el mundo.
Se habla poco de la amistad, un vínculo que a veces se representa como de segundo orden respecto al amor romántico cuando este, sin ella, difícilmente pasa de espejismo. “Los amigos son un mal necesario”, le he oído decir a menudo a una mujer sabia. “Hay que tener amigos hasta en el infierno”, nos recuerda el refranero. Pero los amigos no siempre son esos hermanos que creemos haber elegido, aún cuando hayan compartido con nosotros tantos o más momentos de la vida que los parientes, que hayan compartido fiestas, entierros, divorcios y despidos. Porque las amistades suelen prosperar cuando se fundamentan en fortalezas, pero se pudren cuando están asentadas en la debilidad de una de las partes (o incluso de las dos), cuando el cálculo del beneficio es el motor real de la relación. Las dos fotos de la peli de Génova, con sus luces y sus sombras, perdieron foco en esa grieta.
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