Relaciones internacionales

África vecina y lejana

En los próximos años, el continente africano será tierra de grandes oportunidades pero también de grandes problemas y eso exige que le prestemos más atención

La Covid en Africa

La Covid en Africa / REUTERS/Luc Gnago

Jorge Dezcallar

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Nos acordamos de santa Bárbara cuando truena y de África cuando ocurre alguna tragedia o sufren nuestros intereses. Como ahora, cuando vemos que rusos y chinos desembarcan allí con fuerza y nos llevan a la irrelevancia política, a pesar de ser los principales socios comerciales del continente, y de que hay cuestiones que allí suceden que nos afectan directamente como la pandemia, las migraciones o el terrorismo.

Desde el norte vemos la relación en términos de seguridad mientras desde el sur la ven en términos económicos y de cooperación. Y eso se ha confirmado nuevamente en la reciente cumbre entre la Unión Europea y la Unión Africana, la sexta, en la que junto a los 27 han participado 40 de los 55 jefes de Estado y de Gobierno africanos, donde la UE ha prometido inversiones por 150.000 millones de euros (?) en los próximos cinco años para ganar visibilidad y para contrarrestar los avances de la Ruta de la Seda china. Pero Europa no ha podido satisfacer las dos principales demandas presentadas por África: liberar patentes para fabricar allí las vacunas contra el covid-19 y facilitar las corrientes migratorias.

Mientras nosotros nos inyectamos dosis de refuerzo, un 83% de los africanos no han recibido aún la primera dosis. Y aunque el 70% de su población sea menor de 40 años, lo que le da mayor resistencia frente al virus, algo no funciona cuando en África solo se han contabilizado el 2,7% de las muertes globales por la pandemia, frente al 22% de los EEUU y más del 30% en Europa. No tienen estadísticas. Europa ha donado 148 millones de vacunas y ha prometido otros 450 millones de dosis antes del verano, pero no bastan para los 1.200 millones de africanos. Nos ven como acaparadores egoístas y miopes, porque el virus seguirá mutando y siempre cabe la no deseada posibilidad de que una de esas mutaciones sea más peligrosa. Esta pandemia es una amenaza para la humanidad en su conjunto y de ella no saldremos hasta que no lo hagamos todos. Aunque solo fuera por eso (hay también poderosas razones morales) nos interesa ayudar a los africanos en esta pelea.

También la situación económica de África ha sufrido mucho durante la pandemia: se ha hundido el turismo, muy importante para algunos países (Marruecos ha perdido 20 millones de turistas), las inversiones se han frenado y los flujos comerciales se han interrumpido. En algunos lugares las cosechas no han podido ser comercializadas y a veces ni siquiera recogidas. Según el Programa Mundial de Alimentos, 13 millones de personas están en riesgo extremo de hambre en Etiopía, Somalia y Kenia por la peor sequía de los últimos 40 años. Pero si el cambio climático aumenta el problema, igual lo hace la inestabilidad política, con una guerra civil en Etiopía, un golpe de Estado en Sudán, la inestabilidad crónica en Uganda y República Centroafricana, el Estado fallido que es Somalia, los islamistas en Mozambique, y recientes golpes de Estado en África occidental... Las hambrunas, la guerra y la inestabilidad empujan a la gente a emigrar, igual que lo hace un crecimiento demográfico para el que es imposible encontrar comida, techo y trabajo: Egipto aumenta un millón de habitantes por año y Nigeria, con 206 millones, llegará a los 400 a mediados de siglo. En 2050, la población mundial crecerá en 2.000 millones y, de ellos, 1.300 millones nacerán en África y por eso creo que las migraciones solo están comenzando.

Pero después del millón de refugiado sirios que llegaron a Europa en 2015, aquí se ha generado una fuerte reacción contra la inmigración que capitalizan los movimientos identitarios y de extrema derecha. O el mismo Brexit. Y eso no va a cambiar a corto plazo. En la vecina Francia, la candidata presidencial Valérie Pécresse acaba de protagonizar un escándalo al propugnar diferenciar entre los franceses 'de corazón' y los 'de papeles'. Y esa tendencia va a más y no lleva trazas de cambiar a corto plazo. Por eso, a falta de canales que faciliten una inmigración ordenada y suficiente, la gente muere tratando de cruzar el Mediterráneo o de llegar a Canarias. 

En los próximos años, la vecina África será tierra de grandes oportunidades pero también de grandes problemas y eso exige que le prestemos más atención.

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