Asesores políticos

'Spin doctors' y simples aspirantes

El caso de Miguel Ángel Rodríguez ilustra cómo la estrategia y la comunicación son, en la política de hoy en día, mucho más determinantes que la capacidad de gestión. El relato se impone a las ideas, y las palabras a los hechos

Miguel Ángel Rodríguez, 'spin doctor' de Isabel Díaz Ayuso

Miguel Ángel Rodríguez, 'spin doctor' de Isabel Díaz Ayuso

Santi Terraza

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Sin Miguel Ángel Rodríguez, hoy la actualidad política no tendría fijado el foco en la guerra civil que vive el PP. Sin él, también hubiese sido difícil que Isabel Díaz Ayuso –que había perdido las autonómicas del 2019, pero que acabaría convirtiéndose en presidenta gracias a los votos de Ciudadanos– hubiese aprovechado una crisis como la pandemia para salir políticamente reforzada. Y a buen seguro que, sin su decisiva participación, Ayuso no habría arrasado en las elecciones del 4 de mayo pasado, orquestadas para liquidar a Cs y consolidar su poder y figura más allá de Madrid.

Miguel Ángel Rodríguez, popularmente conocido como MAR, es el artífice de que Ayuso se haya convertido en el icono más sólido de la derecha española actual. Si Ayuso está viva (de momento) en la feroz partida que está librando con la todopoderosa Génova, y a pesar de llevar una mochila cargada con los evidentes interrogantes que acompañan el contrato millonario de las mascarillas, es fundamentalmente porque detrás suyo está MAR.

El caso de Miguel Ángel Rodríguez ilustra cómo la estrategia y la comunicación son, en la política de hoy en día, mucho más determinantes que la capacidad de gestión. El relato se impone a las ideas, y las palabras a los hechos. La agilidad, la rapidez de reflejos y, sobre todo, la habilidad para focalizar los mensajes y la atención de la opinión pública constituyen el eje central del movimiento político. Es el triunfo de los 'spin doctors' en detrimento de la política serena y de reflexión.

Lo que ha pasado esta semana en la crisis del PP es un buen ejemplo de la imposición de la política líquida. Ante la evidencia que Génova estaba filtrando a los medios la bomba del contrato de las mascarillas de 1,5 millones de euros, Ayuso pasa al ataque con la denuncia de los espías e incluso provoca una primera víctima en el bando de Casado, con la dimisión de Ángel Carromero, una de las personas más próximas al alcalde de Madrid, José Luis Almeida, rival suyo. Quien golpea primero, si lo hace con eficacia, empieza ganando el partido. Y de eso MAR es un experto con larga y avalada trayectoria.

Mucho antes de lanzar a Ayuso al estrellato, MAR ya resultó una de las personas claves en la carrera de José María Aznar a la Moncloa. Cuando en 1989, este periodista vallisoletano –que entonces tenía sólo 25 años– aterrizó en Madrid, como mano derecha del nuevo secretario general del PP y aspirante a presidente del Gobierno, diseñó una estrategia de construcción de líder que bebía directamente de la política norteamericana. Logró convertir a un personaje gris, antipático y sin ninguna atracción como Aznar en una alternativa creíble. Supo sacar provecho de la decadencia del PSOE, creando frases que superaron al mejor eslogan (“Váyase, señor González”) y transformó la imagen de un partido con demasiada caspa en una organización moderna y atractiva, capaz de generar confianza y provocar crispación al mismo tiempo. Fue decisión suya colocar a simpatizantes detrás del líder en los mítines, ofrecer ruedas de prensa casi a diario, sacar al candidato a pasear –aunque le tuviera alergia a la calle– y establecer sólidas conexiones con las televisiones: Aznar entró en los hogares españoles a diario para convertirse en uno más, alguien en quien poder confiar.

Más de veinte años después de abandonar la política, MAR volvió de la mano de una desconocida como Isabel Díaz Ayuso –que en 2019 tampoco reunía ningún elemento a su favor– para convertirla en una imagen pop. A base de oportunismo, eslóganes impactantes y habilidosas jugadas de ajedrez en la gestión de la pospandemia, Ayuso logró atraer la confianza de una amplia capa de la sociedad madrileña que supera el estricto ámbito de influencia del PP. Solo un mago que sepa leer con atención el pulso social y que no tenga complejos –ni escrúpulos– para superar las normas políticamente correctas es capaz de obtener el rendimiento que él ha sacado con Ayuso.

En tiempos de política líquida, muchos quieren ser MAR (o Iván Redondo), pero la mayoría no pasan de simples y tristes aspirantes. Una de las pocas herencias que habrá dejado la Catalunya del 'procés' es la de un ejército de supuestos asesores, alimentándose a diario de la bilis generada por sus respectivas organizaciones políticas, enfocadas fundamentalmente al combate con el adversario. Primero fue contra el Estado y la otra mitad de catalanes; ahora es entre ellos, en un deprimente juego en el que los protagonistas se creen vivir en el Ala Oeste cuando realmente lo están haciendo en un patio de colegio.

Las filas de ERC y Junts están repletas de figuras de este tipo. Personajes que han entrado en la política sin trayectoria profesional y que pasan de los 40 años sin haber hecho nada más en la vida. Son, en teoría, asesores, pero se trasladan de un departamento a otro del que no conocen nada cuando sus partidos se intercambian 'conselleries' o instituciones. Estos días miran el combate entre Ayuso y el PP soñando en la versión catalana y teniendo como adversario al partido independentista rival, pero cuando alzan la vista se dan de bruces con la triste realidad que les rodea: el Parlament, la Meridiana, el sueño de la unidad independentista…

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