Apunte

El impuesto de patrimonio

Desde una reforma fiscal en profundidad, podría ser eliminado, sin que ello perjudicara ni a la recaudación global ni a la progresividad y equidad del modelo

Isabel Díaz Ayuso

Isabel Díaz Ayuso / COMUNIDAD DE MADRID

Jordi Alberich

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estamos ante un nuevo episodio del recurrente debate acerca del impuesto de patrimonio. Una cuestión que viene de lejos, si bien ha adquirido mayor relevancia en la medida en que se ha convertido en un agravio comparativo entre Comunidades Autónomas, especialmente al no aplicarse en la de Madrid. Un sinsentido que debe reconducirse pues la armonización impositiva, que debe acompañar a la libre circulación de capitales y personas, es uno de los grandes objetivos de la Unión Europea y, aún más, debe serlo de sus respectivos Estados miembros. 

Un debate que tendemos a simplificar, pues el mantenimiento o eliminación de este impuesto no puede considerarse de manera singularizada, sino que debe contextualizarse en una aproximación al modelo fiscal en su conjunto. De lo contrario, aislar un gravamen del resto del sistema es desvirtuar el debate. El sentido del impuesto de patrimonio va directamente relacionado con otros tributos, como el de la renta de las personas físicas o el de sucesiones y donaciones pues, de lo que se trata, es de que el conjunto del modelo tributario resulte coherente y sostenible. Desde esta perspectiva, de abordar una reforma fiscal en profundidad, el impuesto del patrimonio podría perfectamente ser eliminado, sin que ello perjudicara ni a la recaudación global ni a la progresividad y equidad del modelo. 

Precisamente, acerca de la equidad, cuando se analiza quiénes tributan por patrimonio resulta que, al igual que sucede con renta y sucesiones, el colectivo más afectado es el de las clases medias. Para las grandes fortunas resulta relativamente sencillo eludir, en el marco de la legalidad, las obligaciones tributarias, de las que no pueden escabullirse los asalariados o los pequeños empresarios. Una realidad que acontece no solo en España, sino que se da en todo el mundo, sujeto a una economía global y digitalizada. Sin embargo, ello duele especialmente en un país como el nuestro, en que los niveles de desigualdad y pobreza no hacen más que aumentar

Suscríbete para seguir leyendo