Ágora

Formación Profesional y universidad

La nueva ley de FP es una oportunidad para incrementar la cooperación entre los dos niveles de educación superior

Estudiantes de Telecomunicaciones en la UPC se disponen a hacer un examen, el pasado enero.

Estudiantes de Telecomunicaciones en la UPC se disponen a hacer un examen, el pasado enero. / MANU MITRU

Daniel Crespo

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La Formación Profesional es uno de los pilares de la educación y de la competitividad de un país, y una herramienta fundamental para la empleabilidad. Mejorarla y prestigiarla es una de las grandes inversiones que puede realizar nuestra sociedad. Solo así podremos aumentar la capacitación profesional de la población activa y acercarnos a los porcentajes europeos de titulación posobligatoria y de aprendizaje a lo largo de la vida. Actualmente está en la fase final de tramitación parlamentaria el proyecto de ley de ordenación e integración de la Formación Profesional que avanza en esta dirección. Entre otros cambios, el proyecto profundiza en las relaciones entre la Formación Profesional y la formación universitaria, en una vía ya explorada en otros países y que ha obtenido buenos resultados.

El principal cambio que propone la nueva ley es la integración de los diferentes tipos de formación profesionalizadora en un único esquema. La nueva ley establece cinco niveles de Formación Profesional. Los niveles A, B y C corresponden a la actual formación ocupacional, que en los niveles inferiores se abre a menores de 16 años. El nivel D corresponde a los actuales ciclos de Formación Profesional inicial, medio y superior, y el nivel E se estructura en cursos de especialización a los cuales podrán acceder personas con un título de Formación Profesional o que cumplan las condiciones de acceso que se determinen. Los cursos del nivel E dan acceso a un título de máster de Formación Profesional. Todos los niveles permiten la formación dual, que en los niveles C y D es obligatoria con un mínimo del 25% del tiempo de formación en una empresa.

Esta estructura tiene bastantes puntos en común con la de los estudios universitarias, que se ordenan en cursos de grado, máster y doctorado, y se complementan con estudios de formación continuada de posgrado. Con esta ley, las universidades y los centros de formación profesional tienen una buena oportunidad para aumentar su interrelación y conocimiento mutuo.

Hay varios retos que compartimos los dos niveles de educación superior, en el ámbito de la excelencia en la formación a lo largo de la vida, de la empleabilidad, de la promoción del talento femenino en los sectores STEAM a través de políticas activas en este área y en la capacitación en ámbitos estratégicos en el futuro inmediato como la digitalización, la transición ecológica o el cuidado de las personas, por mencionar algunos de los más importantes.

Para avanzar en estos retos compartidos se tiene que diseñar un nuevo terreno de juego que incremente la cooperación. No solo mejorando el sistema de reconocimiento de créditos que ayude a la permeabilidad entre la FP y la universidad, sino yendo más allá y aprovechando la posibilidad que abre el nuevo texto legislativo en la creación de módulos de Formación Profesional diseñados conjuntamente. Porque hacerlo implica sumar pericias en la transferencia del conocimiento, en la internacionalización, en la experiencia de contacto estrecho con el tejido productivo o en la gestión de las prácticas en la empresa. Sumar esfuerzos puede contribuir a la extensión de los modelos de formación dual, a poner en marcha nuevas estrategias para favorecer la innovación, para la optimización de recursos y para el desarrollo de entornos de formación semipresenciales o virtuales.

En Catalunya tenemos la oportunidad de dar un salto cualitativo en esta línea, y hay que pasar de las palabras a los hechos. Una primera propuesta que lanzo es la incorporación de las universidades catalanas como miembros del Plenario de la Comisión Rectora del Sistema de Formación y Calificación Profesionales. Una segunda es la creación de un grupo de trabajo específico para profundizar en las relaciones entre la Formación Profesional y la educación universitaria.

Universidades y centros de Formación Profesional tienen la oportunidad de dar un paso más para mejorar su actividad y de hacerlo conjuntamente. Los resultados no se verán inmediatamente, pero a medio plazo pueden generar una mejor oferta para la juventud y dar una mejor respuesta a las necesidades de la sociedad.

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