Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

San Valentín

san valentín etxebarria

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El sábado 12 Marta se despertó temprano porque quería llegar al almacén sin encontrarse con aglomeraciones. En cuanto abrieron las puertas, fue la primera en entrar.

En primer lugar se dirigió a la sección de confección de mujeres y le explicó a la dependienta que buscaba un traje muy especial, pues en San Valentín iba a cenar con su novia. Dependienta y clienta coincidieron en que el traje debía ser rosa, el color del amor. Entre las dos escogieron un vestido camisero, de tejido calado, sensual y elegante.

Después, Marta se presentó en la sección de hogar y se llevó un paquete de 100 velas de color rosado. También compró unas sales de baño con aroma a rosas y vainilla, y una bolsa de pétalos de rosa.

Bajó al supermercado e hizo acopio de provisiones. Salmón, caviar, cava, una tabla de quesos y un cesto de fresas.

Más tarde se pasó por la joyería y escogió el anillo. Se decidió por uno muy sencillo en oro blanco, con un diamante solitario, porque su novia usaba mucho el ordenador y el anillo no debía ser muy pesado. Además, si debía llevarlo siempre puesto, no podía ser muy llamativo.

La dependienta la felicitó por su gusto y le dijo que su novia tenía mucha suerte. "Sí, tiene mucha suerte", confirmó Marta, sonriendo.

Este lunes, Día de San Valentín, al llegar del trabajo, Marta preparó la cena y la colocó en la mesa del salón. Iluminó la casa exclusivamente con velas, sin luz eléctrica. Se maquilló con esmero y se caló el vestido nuevo. Puso en el reproductor la serenata de Schubert, abrió la botella de champán, alzó la copa en alto y brindó por el amor. Después cenó, despacio y en silencio, saboreando cada bocado.

Cuando acabó, copa de cava en mano, cestito de fresas en la otra, se dirigió al cuarto de baño también iluminado por velas, y se dispuso a sumergirse en el agua que olía a rosa y vainilla, cubierta por el manto de pétalos de rosa.

La semana anterior, su mejor amiga se quejaba porque su marido había reservado un spa para el fin de semana, cuando a ella en realidad no le apetecía ir.

Marta casi se pone a llorar y le dijo que ojalá tuviera ella alguien que la invitara a un spa, porque llevaba cuatro años sola, porque cada año, en la semana cercana a San Valentín, se deprimía más. Desde los escaparates de las tiendas y los banners que saltaban en el móvil parecía que la humanidad conspiraba para recordarle lo sola que estaba.

Mejor que el sexo

Y porque se le hacía muy duro vivir sin alguien a quien amar. "Pero Marta... ¡si tú no sabes la suerte que tienes, disfrutando de tu libertad! ¿Cómo puedes decir que no tienes a nadie a quien amar? Tu familia te adora, tus compañeros de trabajo te respetan muchísimo, y yo... Yo también te quiero, por supuesto. Pero sobre todo, Marta, reflexiona. ¿No recuerdas ese dicho de Jesús, el de que amarás al prójimo como a ti mismo? Primero te tienes que amar a ti misma si quieres amar a los demás".

Recordando estas palabras, Marta se sumergió hasta el fondo en el agua caliente y apuró la copa de champán y la depositó en la estantería reservada de los jabones. Las fresas que había puesto para darle sabor al cava relucían como rubís.

Por fin encontró un amor fiel y dispuesto a perdonarlo todo: el amor propio

Cerró los ojos. Vio innumerables estrellas que supuso que eran el reflejo de las velas. El cava se le había subido a la cabeza y la sensación se reforzaba por el agua caliente. De repente se encontró pensando que aquella sensación era mejor que el sexo. Durante esos cuatro años sin pareja no había tenido amor pero sí mucho, mucho sexo, y aquellas experiencias le habían dejado muchas veces con una sensación de vacío que se abría hacia dentro en un abismo profundo.

Y en aquel momento pensó que por fin había encontrado un amor fiel, comprensivo, dispuesto a perdonarlo todo: el amor propio. Miró el brillante en su dedo anular y reafirmó su compromiso de no defraudarse nunca. Al fin y al cabo, Marta era la única persona con quién Marta estaba absolutamente segura de que podía contar hasta el final de su vida.

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