Ciudadanos

Ciudadanos: breve historia de una 'fake news'

Se termina el partido que creció con una de las primeras noticias falsas de la historia moderna de España: la que decía que el castellano estaba perseguido en Catalunya

Albert Rivera.

Albert Rivera. / Oscar J Barroso

Ernest Folch

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El 12 de enero de 2018, en la cúspide del éxito, Albert Rivera se levantó con la noticia de su vida: una encuesta de Metroscopia le daba como primera fuerza en intención de voto en las elecciones generales que debían celebrarse al cabo de poco más de un año. Los datos eran espectaculares: Ciudadanos hubiera obtenido entonces el 27,1% de los votos, frente a un 23,2% del PP y un 21% del PSOE. Era el momento de gloria de Rivera, aquel chico que se había hecho famoso en su día por posar desnudo en las elecciones autonómicas catalanas de 2006, en las que obtuvo unos modestos pero significativos tres escaños, a partir de los cuales edificó su lento pero irresistible ascenso. Cuando Albert Rivera irrumpió en la política catalana, lo hizo de la mano de unos cuantos intelectuales frustrados por la irrelevancia a la cual les había dejado primero el pujolismo y, más tarde, el maragallismo. Rivera fue hábil porque entendió que podía edificar su crecimiento con un discurso frontal a la hegemonía catalanista, y se dio cuenta que en el oasis catalán era rentable ser un agitador, aunque fuera a base de mentiras: el líder de Ciudadanos entendió antes que nadie que la verdad era lo de menos, lo que importaba era explicarle a los medios del resto de España lo que querían escuchar, aunque no fuera cierto.

Y así fue como un partido empezó a crecer con una de las primeras 'fake news' de la historia moderna de España, que consistía en ir repitiendo que el castellano estaba perseguido en Catalunya, una mentira que gustosamente fue comprando, sin contrastarla con la realidad, una parte de la prensa estatal. Así fue como Ciudadanos fue creciendo, pero siempre dentro de un ámbito autonómico, y siempre con la bandera de la polémica y la crispación.

Hasta que llegó el 15-M, y un movimiento social de gran alcance encontró forma política en Podemos, y desde el centro de poder económico y político se empezó a gestar la idea de que, para contrarrestar a Pablo Iglsias, lo mejor era hacer crecer a Albert Rivera. Pero no fue hasta la eclosión del independentismo que Cs adquirió relevancia de verdad como partido estatal, porque cuajó definitivamente la idea entre empresarios y periodistas influyentes que era la única fórmula para frenar a la vez las dos 'bichas' de España, el 'podemismo' y el independentismo.

En las elecciones de abril de 2019, Rivera consiguió su Everest electoral, con 57 escaños y un 15% de los votos, con el objetivo de frenar el ascenso de Podemos (que se quedó con 42 escaños), pero ya muy lejos de las encuestas que le habían dado como ganador un año antes. Aquello fue un anticipo del declive que tenía que venir, y la aparición de Vox, en noviembre de 2019, lo devolvió rápidamente a la marginalidad y lo sustituyó calcadamente con 52 diputados.

En las elecciones de Castilla y León, VOX ha pasado de 1 a 13 procuradores, y Cs de 12 a 1, confirmándose un trasvase matemático. La desintegración de Ciudadanos se debe básicamente a sus propios autoengaños: nos dijeron que eran un partido de centro cuando en realidad solo recogían votos de la derecha y la ultraderecha, como ha quedado demoscópicamente demostrado. Nos dijeron que se ocupaban de los problemas reales, cuando en realidad solo vivieron del nacionalismo, como Vox. Y nos dijeron que su solidez ideológica trascendía a su líder, pero cuando un despacho de abogados semianónimo de Madrid ha desnudado a Albert Rivera, su obra de teatro, ya muy mal representada por Inés Arrrimadas, ha caído como un castillo de naipes. Ciudadanos se acaba por muchas razones, pero la principal es que ha terminado devorado por sus propias 'fake news'.

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