Burla a la democracia

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España no se merece esto

En las últimas semanas se han producido diversos hechos que, lejos de sembrar vergüenza ajena o autocrítica, han sido reivindicados como supuestos logros de las organizaciones políticas que los han alentado

Vista general del hemiciclo después de la votación sobre la Reforma Laboral.

Vista general del hemiciclo después de la votación sobre la Reforma Laboral. / José Luis Roca

España no se merece los sucesivos bochornos que sufre ahora la democracia inaugurada el 6 diciembre de 1978. Esa ley de leyes ha sido mantenida esforzadamente por políticos y ciudadanos, obligados por aquella Constitución a guardar el tesoro principal que nació para sepultar los efectos de la dictadura. Contra los imperativos de aquella voluntad general que hizo tabla rasa de las leyes de Franco se ejerce actualmente algo que constituye burla y desacato a la base misma de la democracia: el respeto a las leyes, el respeto a los otros.

En las últimas semanas se han producido diversos hechos que, lejos de sembrar vergüenza ajena o autocrítica, han sido reivindicados como supuestos logros de las organizaciones políticas que los han alentado. Los bochornos han sido sucesivos, como si constituyeran una lluvia fina que siembra primero carcajada, luego desconcierto y, en seguida, temor a que por esa barranquera se diluya el cumplimiento de las leyes. 

Está cercano en el tiempo el escándalo que se produjo en Lorca, Murcia, donde un amplio grupo de ganaderos asaltó el ayuntamiento donde se discutía el porvenir de un decreto para mantener alejadas de ámbitos urbanos las granjas donde se mantienen los cerdos. Ese hecho supuso una agresión peligrosa para la integridad de los reunidos y no halló el repudio merecido por parte de los políticos que parecieron asistir al desastre como si este fuera un mal causado por otros que no eran los asaltantes. Preso de la funesta manía de ver la viga en el ojo ajeno, el principal líder de la oposición explicó que estaba en contra de la agresión... pero a favor de los ganaderos. El otro partido más a la derecha ni siquiera llegó a la mitad del repudio, pues consideró que ese levantamiento que llevó a tamaña agresión respondía al derecho que tienen los ganaderos a defenderse de las agresiones que sufren por parte del presente poder político.

Poco después de ese bochornoso espectáculo, pendiente de lo que dictaminen los tribunales sobre el origen y las consecuencias de tal desastre civil, se produjo en las Cortes otro asalto a las virtudes con las que se adorna la democracia: nada menos que la legitimidad sagrada de una votación parlamentaria. En este caso se dilucidaba la aprobación o el suspenso del decreto de reforma laboral, decisiva en esta legislatura e importante para la sociedad española en las próximas décadas. En medio de un impresionante griterío, amplificado en seguida por las redes y por los medios, sin tiempo aún para un análisis sosegado (y jurídico) de lo que pasó, el hemiciclo se llenó de ruido y de furia, como si todos a la vez tuvieran razón y ninguno observara motivo de arrepentimiento.

Fue este último un episodio mayor de lo que no se merece España. Y es un peligro que no se advierta, por parte de políticos irresponsables y de los medios que los jalean, que esta es una situación tan delicada que un simple fósforo la puede poner en peligro. En EL PERIÓDICO decía el escritor Luis Landero: «Se ha creado un clima tóxico que se ha inventado hacer creer que, en este país, nos odiamos todos. Pero yo no veo eso en la calle. Todos, más o menos, somos mejores que eso que se dice».

Todos somos mejores... Lo que no se merece España es que quienes la representan sean capaces de poner en peligro una convivencia que no se basa tan solo en las leyes sino en el puro respeto que nos debemos todos. España no se merece esto.