Geoestrategia

Rusia y China, unidas contra la OTAN

Conforme sienten la hostilidad creciente de Occidente, Putin y Xi Jinping han establecido por razones pragmáticas un matrimonio de conveniencia

Russian President Vladimir Putin visits China

Russian President Vladimir Putin visits China / ALEXEI DRUZHININ / KREMLIN / SPU

Georgina Higueras

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La crisis de Ucrania y el temor a que se agiten las aguas en torno a Taiwán y en el mar del Sur de China han consolidado el abrazo del dragón y el oso, que cada día miran con mayor recelo los intentos de EEUU de formar alianzas con las que mantener su primacía e impedir el desarrollo de China y Rusia. Ambos países han dado un paso más hacia su casi alianza, ya que los dos prefieren que no haya un documento formal que los ate frente a terceros. 

Moscú y Pekín mantienen “una relación sin precedentes en el espíritu de amistad y asociación estratégica”, declaró Vladimir Putin, que asistió a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, antes de su encuentro con Xi Jinping. Tras la reunión, los líderes emitieron un comunicado conjunto en el que China se coloca abiertamente del lado ruso y critica “la expansión de la OTAN”. Ningún Estado debe garantizar su seguridad “a expensas de la seguridad de otros Estados”, señala el texto, que no menciona a Ucrania. 

China y Rusia, por razones pragmáticas, establecieron un matrimonio de conveniencia que estrecha sus lazos conforme sienten la hostilidad creciente de Occidente. Ambos países solucionaron sus diferencias fronterizas y en 2001 firmaron un tratado de amistad, que ha facilitado el entendimiento sin alterar sus principios. Así, China ni reconoce ni critica la anexión de Crimea, y Rusia, que reconoce Taiwán como parte de China, no se pronuncia sobre el conflicto ni sobre el del mar del Sur de China. 

La segunda economía del mundo podría proporcionar a Moscú una cierta inmunidad contra las nuevas sanciones de EEUU y Europa si Rusia invade Ucrania. Desde 2014, China ha ido ocupando el espacio dejado por la UE, que entonces representaba el 49,4% del comercio total de Rusia y ahora está por debajo del 38%. Por el contrario, China, que solo suponía el 10,5%, se situó en el 35,3% en 2020. Rusia es el país que más créditos ha recibido de China, 151.800 millones de dólares entre 2000 y 2017. Además, ambos países han establecido una infraestructura financiera independiente para gestionar sus pagos sin tener que pasar por el dólar. 

Las relaciones energéticas son también fundamentales y si Europa, por presiones de EEUU, rechaza la apertura del gasoducto Nord Stream 2 como parte de las sanciones a Rusia, la Unión tendrá que pagar mucho más por el gas licuado de EEUU y China estará encantada de garantizarse mayores suministros de gas para su descarbonización. Rusia tiene unas reservas probadas de petróleo de 24 años al actual ritmo de extracción y de 76 años en gas. Pekín y Moscú ultimaron en 2020 el acuerdo marco por 400.000 millones de dólares para el suministro, durante 30 años, de 38.000 millones de metros cúbicos de gas anuales, después de que Gazprom, el monopolio del gas ruso, terminase la construcción de gasoducto de 3.000 kilómetros que servirá a China desde la norteña península de Yamal a través de Mongolia.

La expansión de las relaciones militares ruso-chinas es muy importante, con frecuentes maniobras conjuntas cada vez más complejas y lejanas, programas espaciales conjuntos y la venta de la tecnología militar rusa más avanzada, como los cazas Su-35 y el sistema de misiles S-400. Incluso está sobre la mesa de negociación la cooperación en sistemas de defensa antimisiles. 

China estaba muy interesada en el escaparate al mundo que le suponían los Juegos de Invierno. Políticamente, la imagen no ha podido ser más clara: por un lado, Putin y la firma de 15 acuerdos de cooperación y otro de suministro de 100 millones de toneladas de petróleo a través de Kazajistán durante 10 años y, por el otro, el boicoteo de EEUU y sus más estrechos aliados -Reino Unido, Australia y Canadá-, junto a algún otro circunstancial como Lituania que, aconsejada por Washington, ha abierto una embajada de facto de Taiwán, desatando las iras de Pekín.

La incapacidad de la Unión Europea de hablar con una sola voz en política exterior y de defensa, su falta de autonomía estratégica y su ceguera sobre la conveniencia de mantener una relación estrecha con su gran vecino del norte han robustecido la solidaridad entre Rusia y China. Estos dos países han sabido dejar a un lado la ideología y los desencuentros del pasado para, sin embarcarse en la utópica 'alianza eterna' de la década de los 50, coordinar sus esfuerzos para contrarrestar el empuje de EEUU. 

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