Literatura

Ya no soy tú

Esto es lo que pienso cuando me pongo ante Agneta, la que parece la protagonista de la última novela que he escrito y que sale en unos días

Una mujer consulta sus conversaciones de Whatsapp en su teléfono móvil.

Una mujer consulta sus conversaciones de Whatsapp en su teléfono móvil. / Mònica Tudela

Jenn Díaz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Esto es lo que pienso cuando me pongo ante Agneta, la que parece la protagonista de la última novela que he escrito y que sale en unos días: compañera, ya no soy tú. Alguna vez lo fui, es posible que todavía me queden restos de este personaje por aquí y por allá, pero, en esencia, ya no soy Agneta. Agneta vive en mi piso del Raval, y le gusta el orden y no soporta tener todas las cajas de su última mudanza por medio. El colchón del piso —todavía no le llama casa, sino piso— es viejo, pero no lo quiere cambiar porque ya suficiente caos tiene, y la cama al menos tiene un lugar asignado. Pensaba que quería formar una familia, y vivir como viven la mayoría de las parejas, instalada en una inercia dulce, muy dulce, e ir alimentando un amor calmado y tranquilo que la hace vivir bien, bastante bien. Pero se ha divorciado y ahora ya no lo tiene tan claro.

Esta es Agneta. No encaja en su familia, que no la acaba de entender, y se escribe cartas con su hermana y su entorno. Su padre es una especie de desconocido que ha estado toda su vida allí, sin hacer mucho ruido. Y la madre lo quiere controlar todo y para hacerse respetar utiliza el dinero. Algunas de las cosas que le pasan a Agneta me han pasado antes a mí; otras, he hecho ver que me pasaban; otros, no me habían pasado todavía cuando las escribí; la mayoría de cosas no me han pasado nunca, no las he pensado nunca, no las siento como propias. Pero Agneta vive en mi piso del Raval y tiene las cajas de mi mudanza, y mis máquinas de escribir y la mesa donde desayuna ella es mi mesa. Pero ya no soy ella.

Las palabras de Miquel Bauçà me han acompañado año tras año —entre cajas de mudanza, las que cargaba Agneta y todas las anteriores—, en este mismo sentido. 'Demà ja no seré jo. Fa venir-me salivera'. A mí también se me hace la boca agua el tener la certeza de que mañana ya no seré yo, y que este mañana se va alargando, estirando y estirando en el tiempo, y que este yo que algunos días nos parece tan importante, y que nos obliga a mirarnos el ombligo y quedarnos más de la cuenta... cambia, muta, evoluciona. Saber que ya no soy la de ayer, ni la de mañana, me hace venir salivera. Diría que también a Agneta.

Suscríbete para seguir leyendo