Opinión | Análisis

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

Periodista

El interés de los socios

Ferran Reverter.

Ferran Reverter.

Basta con darse una vuelta por las redes sociales para llegar a la conclusión (me gustaría pensar que equivocada) de que la inmensa mayoría de los aficionados del FC Barcelona tienen una opinión perfectamente formada sobre el oscuro asunto de la marcha de Ferran Reverter. Un prodigio de clarividencia colectiva, por cuanto ninguna de las partes afectadas ha tenido a bien dar explicaciones más allá de la socorrida y un poco insultante fórmula de las “razones personales y familiares”. Así funciona la llamada opinión pública, siempre dispuesta a dar lecciones, emitir juicios y dictar condenas, ya se debata sobre el alcance de las atribuciones del director general, la bondad del nuevo acuerdo de patrocinio o la eficacia de la presión en bloque alto.

Aquí, como en tantas otras cuestiones, el sesgo lo es todo. El belicoso frente antilaportista ha decidido que el todavía CEO en funciones (el mismo que aseguró en su día que el mandato de Josep Maria Bartomeu había dejado al Barça “en situación de disolución”, conviene recordarlo) es un ejecutivo incorruptible de la escuela Eliot Ness que no estaba dispuesto a aguantar ni un minuto más los trapicheos y la soberbia del presidente; los palmeros de Laporta, por su parte, atribuyen la ruptura al propósito de Reverter de atentar contra la historia del club al querer imponer un modelo de propiedad que dejaría una parte importante de la entidad en manos de grandes empresas restando así poder a los socios. La verdad, cabe suponer, estará ahí, en algún punto del vasto terreno que se extiende entre una versión y otra.

La salida de Reverter, en cualquier caso, ha servido para hacer descarnadamente visible el poder casi omnímodo del que disfruta el presidente del FC Barcelona después de ganar las elecciones. Si, para justificar la marcha del CEO, Laporta y los suyos quieren escudarse en la defensa del interés de los socios, no estaría de más que hicieran algún gesto que consolidara el papel de estos, que al fin y al cabo son los supuestos propietarios del club. Reforzar los mecanismos de control interno de manera que, por ejemplo, el presidente tuviera que dar cuenta ante los socios de los nombramientos (y destituciones) que se producen en los principales niveles de la gestión de la entidad sería un paso en la buena dirección. No sucederá.

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