BARRACA Y TANGANA

Habilidades

Pensar que el fútbol es hacer toques es lo mismo que pensar que la literatura es jugar al Wordle

Adama Traoré.

Adama Traoré.

Enrique Ballester

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He llegado tarde al Wordle. Soy la típica persona que primero se ríe de las modas, las evita y las desdeña, y después las abraza sin mesura y a destiempo cuando los demás se empiezan a cansar de ellas. Por eso he llegado tarde al Wordle de la misma manera que llegué tarde a las camisas a cuadros, las zapatillas Converse, los podcasts, el covid, los torreznos, el trap y los teléfonos móviles. 

En este caso he llegado tarde al Wordle, pero al menos he llegado con todo, como un buen defensa central al corte, eso es innegable. Ahora lo primero que hago cada día al despertar es jugar al Wordle. Y eso no es lo peor. El verdadero problema es que soy buenísimo al Wordle: resuelvo todas las palabras y llevo casi tres semanas consecutivas sin fallar. Tanto es así que no he perdido jamás, ni perderé, y si lo pienso un poco era de esperar. Tiene todo el sentido, toda la lógica: soy buenísimo al Wordle porque es la típica cosa que no le importa a nadie y que no sirve para nada. El típico asunto inútil que se me da genial, la típica gesta irrelevante para la que estoy capacitado de serie.

Al reparto de habilidades seguro que también llegué tarde. No saber hacer nada debe de ser una desgracia, pero ser buenísimo en cosas que no sirven para nada es una calamidad gigante. Por resumir, diré que si todos fuerais como yo, la humanidad se habría extinguido hace mucho tiempo. Lo mío es sin duda lamentable, -el maestro del Wordle, el rey de las cinco letras-, pero existe gente aún peor, y eso siempre anima.

Habilidades absurdas

De niños, estábamos una vez en la pista de futbito, tan tranquilos, y apareció un amigo con su tío. Nuestro amigo nos dijo 'mirad qué sabe hacer mi tío', y el tío se puso la pelota en la cabeza, como si fuera una foca, y cruzó el campito entero sin que se le cayera al suelo. Los demás nos miramos en plan qué mierda es esta y por qué nos has traído a tu tío, que aquí no nos gustan las novedades ni las sorpresas, y a continuación jugamos una pachanga cualquiera. El tío se apuntó a jugar y pasó lo que tenía que pasar. La segunda vez que se puso a hacer la foca le cayó una justa y lógica patada voladora en la cabeza, en una lícita pugna por la bola. Estaremos de acuerdo en que mucho peor que no saber jugar a fútbol es ponerte a hacer la foca con la pelota. La típica cosa que no le importa a nadie y que no sirve para nada.

Últimamente ya no se ve tanto a los futbolistas mostrando habilidades absurdas y haciendo toquecitos con el balón cuando presentan los fichajes. Y si lo hacen no me entero, que viene a ser lo mismo para mi mente. Estoy bastante a favor de eso, porque así evitamos el engaño masivo en horario infantil: pensar que el fútbol es hacer toques es igual que pensar que la literatura es jugar al Wordle. No van a salvarte los toques cuando te estés jugando la temporada. Los mejores de mis equipos nunca han sido los que se ponían a hacer esas chorradas. Los mejores de mis equipos veían eso y desconfiaban. En el minuto 70 del partido clave del año conoces de veras quiénes son los mejores, y ahí quedan lejísimos las presentaciones -y las sonrisas, las poses y los toques-.

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