APUNTE

La pena del deshonor

Joan Laporta, en conferencia de prensa en el Camp Nou

Joan Laporta, en conferencia de prensa en el Camp Nou / REUTERS / ALBERT GEA

Albert Guasch

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Hace tres meses, con la presentación de la ‘due diligence’, tanto Joan Laporta como Ferran Reverter dispararon cañonazos contra la gestión de Bartomeu. Hablaron de deuda desbocada, de ruina, de salarios deportivos insostenibles. Lo de «gestión nefasta» lo englobaba todo, pero eludieron concretar sobre irregularidades o delitos. Eso lo dejaban para el forensic. A eso llegamos ayer después de guardar el tomo de la investigación varias semanas en un cajón. Y una vez expuesto, a uno le quedó una sensación ante todo de extrañeza. Apenas se revelaron casos que no se hubieran ya contado o filtrado, y no se identificaron responsables, de modo que volvieron a soltarse cañonazos generalizados. Se proclamó «deslealtad» en la gestión, y se barajaron términos graves como «falsedad contable y apropiación indebida». Más manchas, en suma, sobre el periodo infame de Bartomeu.  

Pero era el día asignado para los detalles y se evitaron explicitarlos en nombre de la prudencia procesal. Sin embargo, esa prudencia cabe interpretarla a estas alturas, después de varios meses de investigación, como que no las tienen todas consigo sobre si realmente se llegó a vulnerar el código penal. ¿Por qué no ser más preciso si se tienen pruebas de todo lo que se insinúa? Pies de plomo y pase a la fiscalía, a ver si convierte los indicios y los ‘presuntos’ en delitos. Y a esperar unos meses. Por cierto, por azar el caso le ha tocado a un fiscal que es muy poco futbolero.  

Abogados más interesados en las visicitudes del Barça sospechan que la junta no acude directamente a un juez para esquivar el riesgo de una derrota. Eso conllevaría que los demandados pudiesen querellarse por injurias, o menoscabo al honor, y cosas por el estilo. Y de la misma forma que ya no quedan dudas de que la gestión económica de Bartomeu es una pesadísima losa para el club, pueden emerger sospechas sobre cómo se pasan cuentas con el pasado. No es tan fácil como vociferan los de la vena hinchada. En cualquier caso, el expresidente ya ha sido sentenciado a la condena del deshonor. Probablemente es el castigo más largo y duro posible.