Acoso en la Universidad

#MeToo y tú también

La denuncia de las profesoras universitarias las conecta con todas las otras mujeres que en su desempeño profesional han sido ninguneadas, acosadas y saboteadas

Mural reivindicativo feminista en la UAB

Mural reivindicativo feminista en la UAB / Ferran Nadeu

Carol Álvarez

Carol Álvarez

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Una veintena de mujeres han puesto rostro y voz a una situación intolerable pero que se tolera desde tiempos inmemoriales, la violencia machista en el entorno universitario. Profesoras, personal laboral, académicas de prestigio, el fenómeno ha calado en distintas capas de las universidades y ha dejado su huella como hace un virus que campa a sus anchas, libre para alcanzar a sus víctimas. No es una realidad invisible: estaba, hasta ahora, invisibilizada, que no es lo mismo. El maltrato convertido en un episodio aislado aquí y allá, demasiadas veces negado, descartado, con mujeres afectadas que prefirieron preservar su intimidad por temor a las consecuencias o, si lo contaban, ser convertidas en burbujas aisladas, bichos raros, jarrones chinos en una campana de cristal.

Es en todo caso un fenómeno impune, no abordado en profundidad y, sistémico. Las profesoras universitarias que han denunciado en EL PERIÓDICOsus experiencias en un ámbito hostil por el mero hecho de ser mujeres han convertido su gesto en un #metoo en toda regla que no solo las une en un cordón sanitario que debería atrapar todas las violencias para neutralizarlas de una vez, también las conecta con todas las otras mujeres que en su desempeño profesional han sido ninguneadas, acosadas, saboteadas y se han visto atrapadas en jornadas laborales de pesadilla devanándose los sesos para salir de ahí sin recursos o gestos cómplices de los colegas.

No todas callaban: en la comunidad universitaria no había denuncias públicas hasta ahora, pero sí que había habido protestas ocasionales, rechazos explícitos a situaciones, testigos del abuso. Si cuesta e intimida decir no, plantar cara al maltrato, ¿qué queda si quien ve y sabe además calla? El silencio cómplice del testigo que no hace nada tiene mucho de esa filosofía del vive y deja vivir, del no entrometerse o no buscar problemas. Es una cultura arraigada, tanto como la violencia machista, la del laissez faire. Pero una no se puede combatir sin combatir la otra, porque son vasos comunicantes que permiten la omertá y que se perpetúe el agravio. El círculo vicioso de la violencia. 

La travesía de las violencias

El Metoo en la universidad hace aflorar algo en cambio arraigado en la cultura laboral,

Pasos legislativos

El Parlament introdujo en diciembre de 2020 una serie de modificaciones en la ley de violencias machistas para abrirla a todos los espacios donde se produce un abuso de poder, incluido el institucional, la violencia vicaria y de segundo orden. Con todo, algunos diputados ya lamentaban entonces que una ley es "la mitad" de la solución, la otra es la voluntad por cumplirla y eso depende de recursos para ejecutarla y de un compromiso efectivo en su cumplimiento. 

Y ahí estamos atascados. Ni siquiera va de dinero, esta coyuntura. Solo va de poner un nuevo marco mental desde ahora mismo donde las relaciones en juego sean entre iguales. Toda una revolución pendiente en algunos rincones que siguen bebiendo de criterios y maneras de hacer y comportarse más propias de la Edad Media que de una sociedad avanzada.

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