En medio del barullo
A la ciudadanía, cansada y enfadada, le cuesta además distinguir con nitidez los elementos positivos cuando desde el Gobierno sigue llegando ruido y sensación de desorden
Rosa Paz
Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO
Hay datos que muestran que la situación económica española está mejorando, a pesar de los augurios catastrofistas que el PP sostiene contra las evidencias. Este viernes se supo que la economía creció en 2021 un 5% y, aunque por dejado de lo que preveía el Gobierno, no se puede negar que es un buen dato. Como lo es el de la creación de empleo o el de la recaudación de Hacienda. No es tan positiva, sin embargo, la percepción que sobre la economía tiene la mayoría de la sociedad, más afectada en su conjunto por la fatiga pandémica, que tiene agotados y sin esperanza a los ciudadanos, y por la subida de los precios, que se da de manera estratosférica en la electricidad y en la bolsa de la compra, dos elementos de los que nadie puede prescindir.
A la ciudadanía, cansada y enfadada, le cuesta además distinguir con nitidez los elementos positivos cuando desde el Gobierno sigue llegando ruido y sensación de desorden, con esas peleas entre los socios de coalición, que a modo de montaña rusa, suben la tensión a lo más alto, por errores, a veces puramente formales, de los socialistas -incluido el presidente- y la furia con la que reaccionan los de Podemos. Tras unos días de rifirrafe, la tensión baja en picado sin, al parecer, dejarles el estómago mareado. La polémica de las macrogranjas, sobre las que Yolanda Díaz no dijo ni mú, fue un ejemplo, y la crisis de Ucrania, el más reciente. De hecho, ante la decisión de la vicepresidenta segunda de no entrar en esos jaleos para no perjudicar su proyecto ni romper la coalición, que ella necesita la visibilidad que le da estar en el Gobierno, ha vuelto Pablo Iglesias a la palestra, sin respirar hondo un par de veces antes de hablar. No es difícil en ese contexto de incertidumbre, precios altos y barullo que la ciudadanía vea las cosas con más pesimismo del que cabría analizando fríamente los datos y tampoco lo es que atribuya su bajo estado de ánimo a la acción del Gobierno. Las elecciones de Castilla y León el 13 de febrero pueden ser un termómetro para saber hasta donde llega el descontento y a quien afecta más.
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