Memoria histórica

Las brujas y el capitalismo

Las hechiceras de entonces llegan hasta hoy. Son las malfolladas. O las histéricas. O las feminazis

Ilustración de la exposición 'Por bruja y envenenadora. La caza de brujas en Catalunya'

Ilustración de la exposición 'Por bruja y envenenadora. La caza de brujas en Catalunya' / MHC

Jenn Díaz

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Silvia Federici defiende que la caza de brujas fue una herramienta del precapitalismo para la creación del nuevo individuo: el individuo que somos ahora, evolucionado y adaptado a las nuevas demandas del mercado, que son tantas y que se cuelan por todas partes. La caza de brujas abre una rendija en las comunidades: tu vecino, que hasta ahora formaba parte de una cadena infinita para el bien común, ahora es susceptible de convertirse en tu enemigo. Ante este nuevo individualismo, en que la red se deshace y empieza lo que hoy en día podríamos llamar competencia, la mujer —hasta entonces parte fundamental de la comunidad y de esta red compartida— queda recluida dentro del hogar. No se queda de cualquier manera, hay un modelo que la sociedad premiará: sumisas, obedientes, asexuadas y resignadas. Las brujas quemadas, perseguidas y torturadas eran el aviso definitivo: si no quieres acabar como ellas, sé una buena mujer. Una mujer como es debido.

Esta mujer como es debido, acompañada del nuevo individuo —lleno de desconfianza, en competencia con su vecino, capaz de cualquier cosa para sobrevivir de acuerdo con la ley del más fuerte—, son el escenario ideal para que el sistema productivo, por encima de todo, triunfe. Las brujas de entonces, que fueron condenadas por un crimen hecho a medida y tergiversado en cada caso para perseguir a la disidencia, llegan hasta hoy. Las brujas de entonces —mujeres populares en sus comunidades, mujeres que desobedecían el orden establecido, mujeres que no se conformaban y que por lo tanto no se adaptaban al nuevo modelo— son las malfolladas de hoy. O las histéricas. O las feminazis. Las acusaciones de brujería del siglo XXI se han adaptado al entorno, no es que hayan desaparecido. Gritarnos brujas —sabiendo como sabemos el origen del que fue un feminicidio orquestado— no ha hecho otra cosa que legitimar un discurso que quiere a las mujeres calladitas, que estamos más guapas. Y, si no quieres callar, tendrás que asumir las consecuencias. La pira actual tiene otra forma según donde nazcas, pero desaparecer no ha desaparecido . Lo que sí que hemos cambiado somos nosotras, las herederas de las brujas, las hechiceras, las curanderas. Y estamos organizadas.

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