Cúpula imputada

Incendio en el cuerpo de bomberos

Cualquiera que se arrime demasiado a los líderes del ‘procés’ acaba metiendo mano en la caja, es un virus que se contagia más que el ómicron

Bombers de la Generalitat

Bombers de la Generalitat

Albert Soler

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Yo sospeché que el cuerpo de bomberos de Catalunya olía a cuerno quemado cuando el día del famoso referéndum –y en posteriores manifestaciones– los vi actuar como si estuvieran convencidos de que se les pagaba el sueldo por hacer el idiota en los colegios electorales. Por culpa del ‘procés’, los bomberos catalanes se convirtieron en bomberos-torero y se dedicaron a ejercer de tales, o sea, de payasos. Llegaron a creerse que encarnaban una especie de séptimo de caballería del lacismo y allá que iban, a “defender urnas”, por utilizar su misma terminología. ¿En qué momento los bomberos creyeron que su trabajo iba más allá de sofocar incendios y rescatar a gatitos encaramados a los árboles? Probablemente el mismo día que pensaron que era buena idea desnudarse para hacer un calendario. Podían haberse parado ahí, con los inefables calendarios anuales ya su profesión había caído bajo, no era necesario hundirla más. En lugar de conformarse, aprovecharon el ‘procés’ para ensuciar más todavía un trabajo antaño prestigioso, y hete aquí que no había manifestación lacista en Catalunya en la que no aparecieran unos cuantos bomberos con su traje de faena, simulando que protegían a los ciudadanos de la policía. Para redondear la función, no faltaban más que enanos toreando.

Las acusaciones de irregularidades, chanchullos y todo lo que sale a la luz es consecuencia de aquello. Cualquiera que se arrime demasiado a los líderes del ‘procés’ acaba metiendo mano en la caja, es un virus que se contagia más que el ómicron. Es natural, la gente termina haciendo lo que ve que a su alrededor se lleva a cabo con total normalidad, las comisiones y las facturas falsas son el verdadero hecho diferencial catalán. Además, si uno se ha convertido en bombero-torero, lo primero es torear la honestidad, que de nada sirve y nunca ha sacado a nadie de pobre.

Llueve sobre mojado, aunque sea mojado por una boca de incendios, y no pasa día que en este rincón peninsular no aparezca un nuevo caso de corrupción. Si algo nace corrupto -y corrupto empezó el ‘procés’-, acaba corrompiéndolo todo, es ley de vida. Lo que está claro es que la Generalitat no va a mover ni un dedo para aclarar este nuevo fraude. Entre bomberos, no van a pisarse la manguera.

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