La nota

Podemos y Ucrania

Resucitar el ‘no a la guerra’ contra el intento de evitar una posible invasión de Ucrania es impropio de un partido que está en el Gobierno

Pablo Iglesias

Pablo Iglesias / EUROPA PRESS / PHOTOGENIC / CLAUDIA ALBA

Joan Tapia

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Sorprende mucho que Podemos, al que parece gustarle estar en el Gobierno, haya reaccionado como un grupo minoritario de extrema izquierda y levantado la bandera del ‘no a la guerra’, el contrario a la invasión de Irak, nada más anunciarse que la fragata ‘Blas de Lezo’ se dirigiría al mar Negro para unirse a otros buques de la OTAN.

Es estrambótico atacar desde el Gobierno iniciativas del Ejecutivo acordes con la política fijada y la solidaridad con los países de la UE y la OTAN. Aquí no estamos ante unas Azores, sino ante un intento conjunto de diplomacia y disuasión para evitar una posible invasión de Ucrania. Posible porque Rusia, desde sus fronteras y las de Bielorrusia, ha rodeado a Ucrania con 100.000 soldados y amenaza con soluciones “técnico-militares” si no se aceptan sus exigencias. Y desde hace años hay aviones españoles y pequeños contingentes de tropas en los países bálticos para garantizar su seguridad. Podemos lo sabe porque ya lleva dos años en el Gobierno y por eso atacar a la ministra de Defensa, Margarita Robles -como ha hecho Pablo Iglesias en un mitin en Valladolid- por lo de la fragata no tiene sentido. Y Robles es, por delante de Yolanda Díaz y Nadia Calviño, la ministra (y ministro) mas valorada.

Rusia exige garantías de que Ucrania no podrá entrar nunca en la OTAN. Ya no forma parte, a su pesar, porque ni Estados Unidos ni Europa quieren un conflicto con Rusia. Pero prohibirla para siempre decidir sus alianzas militares tampoco es fácil. ¿Neutralizarla? Quizás, pero Putin exige también que la OTAN se retire de todos los antiguos satélites de la URSS. Y si la OTAN está ahí es básicamente porque los gobiernos elegidos de esos países -que son miembros de la UE- se sienten inseguros ante un vecino muy armado del que desconfían mucho.

Este lunes la primera ministra de Letonia, Kaja Kallas, pidió a la OTAN que, vista la situación, refuerce su presencia en los países bálticos. Saben que la garantía no es la UE que militarmente no existe -Josep Borrell lucha por una simple fuerza de intervención rápida de 5.000 hombres- sino la OTAN y Estados Unidos.

Ni América, que se ha retirado exhausta de Afganistán, ni la UE quieren una guerra. Pero tampoco pueden ceder al chantaje de Putin como en Múnich (1938) Gran Bretaña y Francia ante Hitler en Checoslovaquia “para salvar la paz”. Los dictadores tienen sed de conquista y en 1939 vino la invasión de Polonia. Y Suecia y Finlandia -países neutrales que no entraron en la OTAN ni contra Stalin- están hoy inquietos ante Putin.

La situación es grave. Los países occidentales no pueden entregar Ucrania sin perder su alma y comprometer su seguridad. Y Putin tampoco puede retirar a sus 100.000 soldados como tuvo que hacer Kruschev con sus misiles en Cuba en 1962. Podría quedar muy tocado.

La solución, o al menos el apaño, no será fácil, pero es imprescindible. Un partido que está en el Gobierno con varios ministros debe ser coherente. Y como mínimo no usar el conflicto con Putin contra su socio de Gobierno en una campaña electoral. Pablo Iglesias ya no es vicepresidente, pero parece querer desacreditar al Gobierno como si fuera la oposición. La vicepresidenta Yolanda Díaz ha tejido (o contribuido mucho) un meritorio y pragmático pacto con los sindicatos y la CEOE sobre la reforma laboral que aún debe ser convalidado en el Congreso

¿Dónde está Podemos, tejiendo laboriosos pactos interclasistas, o en la calle contra Margarita Robles como si fuera la reencarnación de Aznar? Convendría saberlo.

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