Darwin y el sistema de partidos
Los espacios de nueva centralidad y hegemonía ya han sido ocupados por las dos especies, PSC y ERC, que han mutado a mayor velocidad ante el fin del tsunami independentista
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
Planteaba Lamarck, el primer evolucionista, que a los patos les habían surgido membranas entre los dedos a base de remar. Darwin descubrió que el mecanismo real era menos lógico y más sutil. Es el azar de las mutaciones lo que convierte a las especies en más o menos viables. Pero aquí van de la mano. Ante el gran cambio ambiental de la política que consiste en el fin del tsunami independentista y el regreso a la climatología lacustre, dos de los viejos partidos ensanchan su nicho ecológico. Los republicanos, mediante la adopción sin complejos del modelo neoautonomista, y los socialistas con las metamorfosis que convengan para recuperar el electorado perdido en las fauces del anticatalanista Cs. Giros limpios, bien definidos, con los nuevos posicionamientos asumidos y proclamados.
Los perdedores son los que menos han hecho para adaptarse o más han tardado en percibir el gran cambio operado. En todo caso, hagan lo que hagan a partir de ahora, han visto cómo los espacios de nueva centralidad y hegemonía ya han sido ocupados por las dos especies, PSC y ERC, que han mutado a mayor velocidad. Cs no tiene más remedio que radicalizarse, pero entra en competencia con PP y Vox. Territorio de caza demasiado escaso para un número excesivo de competidores. De modo similar, JxCat encuentra la plaza de gran cetáceo ocupada y encima está anclado a un antepasado antediluviano inmovilista llamado Puigdemont. Si el enfriamiento global del independentismo no se revierte pronto, y por ahora no se detectan síntomas, este híbrido se encontrará varado en la orilla del lago. La pureza, si tal cosa existe en la biosfera, no es compatible con las delicias del chapoteo en aguas embarradas.
Por su parte, los supervivientes del naufragio, Centrem a un lado, Valents al otro, no hacen más que aplicar desesperadamente el principio de Lamarck. Con la vana esperanza de ver como les crecen entre los dedos las membranas de la moderación y así se salvan de sucumbir en los charcos del diluvio que ellos mismos desencadenaron.
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