Libertad condicional

Tenemos que hablar de Marta

Todos conocemos a una mujer inteligente, guapa y con una buena carrera que se lo ha jugado todo por un perfecto imbécil, un infiel compulsivo, un canalla tóxico

Mujeres en una manifestación contra la violencia de género

Mujeres en una manifestación contra la violencia de género

Lucía Etxebarria

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Qué curioso que desde tu cadena amiga les haya dado ahora por apedrear a la amante de un hombre casado. Qué curioso que si hacía 4 años que sabían de la historia, no se les ocurriera hablar de ello entonces. Porque entonces lo que estaba de moda era poner a caer de un burro a la primera mujer de ese hombre casado. Así que mejor ocultaban que el hombre que tú ves ahí, que parece tan galante, atento y arrogante, no era el honrado padre de familia que él decía ser, sino un infiel serial. Ahora las tornas han cambiado y de repente la que antaño fuera compañera querida se ha convertido en la pieza a cobrar. Dicen de ella que es una trepa. Olvidan que le ofrecieron sumas suculentas por revelar su relación con un futbolista casado o su noche de amor en el sofá de una famosa folclórica. Y que las rechazó. Dicen de ella que es tonta. Olvidan que se licenció con matrícula de honor. 

Todos hemos conocido a una mujer inteligente, guapa y con una buena carrera que se lo ha jugado todo por un perfecto imbécil, un infiel compulsivo, un canalla tóxico. Todos hemos visto cómo sus amigos y familia se desesperaban porque no conseguían evitar la carrera hacia el abismo por la que iba avanzando ella con los ojos vendados.

Mujeres que se habían criado con padres 'abandónicos', alcohólicos, infieles, adictos al trabajo. Padres que apenas paraban por casa. Mujeres que sin darse cuenta, cuando eran adultas, repetían inconscientemente el escenario de su infancia intentando cambiarle el final. Y perseguían a hombres como su padre, cuyo cariño era difícil de obtener. Mujeres que se criaron con madres intrusivas, sobreprotectoras, chantajistas sentimentales. Madres que les decían que todo ese control e intrusión era por su bien. Mujeres que le hacían daño a la esposa de su amante sin darse cuenta de que en realidad habían proyectado sobre ella (madre casi siempre) la ira reprimida que sentían contra su madre intrusiva. Reprimida porque a nadie se le consiente que diga que no aguanta a esa madre tan aparentemente abnegada buena y cariñosa.

Otras mujeres

Mujeres que se habían criado en la definición por oposición. "Por qué no recoges tu cuarto, que mira qué ordenadito lo tiene tu hermana", "estudia más , mira qué buenas notas saca tu prima", "podrías sacarte más partido, mira qué bien arreglada va siempre tu amiga Lola". Mujeres que, ya adultas, cuando recibían los mensajes de su amante del estilo: "soy mucho más feliz contigo que con ella" se sentían por una vez legitimadas y valoradas, pues desde pequeñas solo les habían enseñado a valorarse si lo hacían en comparación con otras mujeres. Mujeres que creían que el sexo con él era lo mejor que habían vivido en la vida. Porque no sabían que cuando vives una relación de estrés, el sexo actúa como ansiolítico. En el orgasmo se segrega oxitocina y la oxitocina es un tranquilizante natural. Y se enganchaban a su amante porque él se convertía a la vez en amante y en camello.

Mujeres que creían que lo que sentían eran mariposas en el estómago, cuando solo sentían ansiedad. Mujeres que creían que estaban enamoradas porque le echaban de menos si no estaban con él. También los heroinómanos se desesperan cuando no tienen heroína. Mujeres que creen que no se puede luchar contra los sentimientos y que el amor todo lo puede. Que olvidan que existimos otras mujeres que sí conseguimos superar esos sentimientos y abandonamos el campo de batalla. Porque el amor no lo pudo todo. Porque ni siquiera era amor y era solo adicción. Y otras mujeres que critican a la amante porque le tienen miedo. Porque esa amante simboliza todos sus miedos e inseguridades. Simboliza el lazo de afecto tan endeble que les une al varón al que llaman suyo. El miedo a perderlo en manos de otra mujer parecida a la que critican. Sin saber que ellas también habrían podido caer en la misma telaraña.

Porque vivimos una sociedad que nos vende el mito del amor romántico y nos convierte a todas en yonquis del afecto.

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