Nómadas y viajantes
Enmendar a los antivacunas
Ramón Lobo
Periodista
Periodista
Existe un mundo paralelo a la política oficial, cada vez menos subterráneo, que ha encontrado en su oposición a los pasaportes covid, las restricciones pandémicas y las mascarillas, y en los casos más extremos, a las vacunas, la manera de desafiar al sistema. No está en juego el futuro de un Gobierno cuestionado, está en juego la democracia misma.
Ese movimiento, visible en Italia y en Francia, y fortísimo en EEUU, es la antipolítica. Niegan a los dirigentes elegidos en las urnas el derecho de legislar por el bien general. Se sitúan más allá de las extremas derechas conocidas. Su impugnación a la totalidad ha modificado el discurso de los partidos conservadores. Asustados ante la dimensión del envite están más atentos a las encuestas que a la defensa de los valores democráticos.
Los gobiernos de Austria, Italia y Grecia apoyan la vacunación obligatoria, como obligatorio es circular a una determinada velocidad, no robar ni matar y pagar impuestos. Francia ha optado por la vía indirecta de universalizar el pasaporte covid. Emmanuel Macron reconoció que su intención es "enmerdar a los antivacunas", palabra más próxima a "joder" que a "fastidiar", lo que provocó un escándalo monumental… entre los antivacunas.
Impulsores de ómicron
Son ellos los impulsores de la variante ómicron. La vacunación exprés de los niños no apacigua una contestación activa que pone en riesgo vidas y negocios, a la economía del país. Es cierto que un cine solo para vacunados no impide el contagio, pero al menos es una garantía de que los que comparten la sala se cuidan a sí mismos y cuidan a los demás.
En España hemos tenido suerte con VOX. Como varios de sus principales líderes enfermaron en las primeras olas de 2020 no han discutido la vacunación ni las mascarillas. Ahora, buscan la manera de chocar contra las normas sanitarias para ganarse el voto de los más extremistas. Sucede en otras derechas extremadas, como la de Marine Le Pen en Francia.
En Italia, un país caótico que funciona, se han organizado redes de no vacunados a través de la aplicación Telegram para sortear las prohibiciones. Han creado tejidos sociales de apoyo en automóviles particulares para esquivar el transporte público, además de manejar listas de establecimientos afines que no exigen el pasaporte. Lo contaba hace unos días La Stampa. El Gobierno de Mario Draghi, un conservador inteligente que dirigió el BCE antes de ser primer ministro, calcula que hay dos millones de italianos dispuestos a perder su trabajo antes que ceder.
Cruzada antisistema
Se trata de una rebelión insólita, una cruzada antisistema y populista que pretende erosionar el Estado. Están emparentados con los libertarios de EEUU, que nada tienen que ver con los viejos anarquistas. Defienden su libertad individual por encima de toda autoridad terrenal, porque con la de dios, en sus diferentes versiones del cristianismo, no tienen problemas.
Son iluminados, gente peligrosa que irá a la guerra si el Gobierno federal prohíbe las armas de fuego, aunque se limite solo a los rifles automáticos. "En mi cuerpo mando yo", "en mis hijos mando yo", proclaman, pero después quieren mandar también en los cuerpos de los demás y en los niños de los demás. Es la precuela de El cuento de la criada.
El asalto al Congreso de EEUU, el 6 de enero de 2021, ha sido hasta ahora la mayor expresión del riesgo que representan estos grupos. Habrá más ataques en EEUU y, tal vez, en Europa. En Francia están previstas elecciones presidenciales en abril. Macron es el favorito, pero aún no sabe quién será su competidor en la segunda vuelta, si será alguien de la derecha moderada, Le Pen o el xenófobo radical Éric Zemmour.
Conspiraciones
Las extremas derechas europeas manejan discursos contradictorios. Algunas prefieren seguir con los temas de agitación clásicos: migración, derechos de los homosexuales y feminismo; otros no ven más allá de las vacunas, y enarbolan conspiraciones de Bill Gates y George Soros aliados con la red 5G. Son los retratados en la parodia de la película Don’t look up.
Son los mismos negacionistas que rechazan la emergencia climática, que defienden el uso del carbón y apoyan las macrogranjas convertidas en campos de concentración para el engorde rápido y la ganancia segura. Los demócratas deberían unir sus fuerzas ante este reto.
Está en juego la esencia del Estado de Derecho, su capacidad de promulgar leyes en la defensa del bien común. La democracia garantiza la libertad común y la igualdad ante la ley. Bueno, menos a los muy ricos, pero esto es materia de otro artículo.
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