Djokovic, apestado o mártir de la causa
Josep Maria Fonalleras
Escritor
El follón descomunal que ha montado Novak Djokovic en Australia ha hecho perder la cordura a mucha gente. Entre otros, al padre del tenista, que reunió, en una sola frase, las figuras de Espartaco y Jesucristo. En el primer caso, para decir que su hijo era el líder de un nuevo mundo que “no tolera la injusticia, el colonialismo y la hipocresía”, y, en el segundo, para asegurar que también existía una crucifixión del dios que es símbolo de "las naciones y las personas pobres y necesitadas". El jefe de la Iglesia Ortodoxa Serbia rezó por él y afirmó que las dificultades serían "una pálida sombra" en un mañana luminoso. Se relacionan la religión, la espiritualidad, la libertad y la patria y, cuando se juntan tantas cosas, la macedonia es colosal e indigesta.
El Gobierno australiano asegura que no se trata del riesgo (“insignificante”) de que Djokovic propague el virus, sino de que el virus de la ignorancia y el rechazo a la ciencia se propague y se fortalezca gracias a la nueva variante serbia. Visto lo visto, el tenista, un experto en jugar desde el fondo de la pista, no será un apestado, sino un mártir. Y veremos cómo, ¡ay señor!, el ahora crucificado se convierte en un abanderado de la revuelta.
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