El debate sobre la energía
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Nucleares para la transición

La cuestión planteada por Bruselas no es la de nucleares sí o nucleares no. De lo que se trata es de buscar el mejor ‘mix’ energético que permita descarbonizar la economía

Central nuclear de Ascó

Central nuclear de Ascó / Roger Segura/ACN

La decisión de la Comisión Europea de incluir la energía nuclear en la taxonomía de las energías verdes –junto al gas– ha provocado un interesante y necesario debate sobre la transición energética que debe culminar, en 2050, con la generación de cero emisiones de CO2 según las previsiones de la propia UE. Resulta comprensible que la propuesta de la Comisión haya suscitado las reservas de algunos estados de la UE –entre ellos España–, teniendo en cuenta que la energía nuclear, si bien no genera emisiones contaminantes, plantea problemas no resueltos de almacenamiento de residuos altamente radioactivos y otros derivados de los peligros que entraña la manipulación del uranio enriquecido.

Alertada por las catástrofes de Chernobyl y Fukushima, la opinión pública ha acogido la propuesta de la Comisión con una lógica suspicacia y un sector del ecologismo la ha presentado como una concesión al ‘lobby’ nuclear, encabezado por Francia, y a las necesidades de gas ruso que tiene Alemania, tras el cierre de tres de sus seis plantas nucleares. Sin embargo, el debate abierto por la Comisión no puede zanjarse usando el viejo lema de ‘nucleares, no gracias’. La cuestión planteada por Bruselas no es la de nucleares sí, o no. Se trata de buscar el mejor ‘mix’ energético que permita descarbonizar la economía, de tal modo que se pueda contener el aumento de la temperatura media del planeta (menos de 1,5 grados de aquí a 2030). Y este ‘mix’, que debe tener su centro de gravedad en las energías renovables, solar y eólica, no se puede concebir a corto plazo sin una cierta cuota de energía eléctrica procedente del gas y de las plantas nucleares.

España tiene previsto cerrar todas sus centrales nucleares en 2035. Ello supone que el 21,5% de la energía que actualmente producen estas nucleares debería producirse dentro de 13 años con fuentes eólicas, solares e hidráulicas. Un objetivo que parece poco realista, a pesar del aumento notable del parque eólico y solar. Si se pretende mantener los actuales niveles de bienestar de la población deberemos seguir utilizando, hasta más allá de esta fecha, energía nuclear y gas. Desde esta perspectiva, la decisión de la CE de incluir estas dos fuentes entre las energías verdes puede facilitar las inversiones necesarias para mejorar la rentabilidad y la seguridad de las plantas nucleares. Los Estados son soberanos en la materia, pero en tanto que miembros de la UE deben asumir el compromiso colectivo de rebajar el porcentaje actual que ocupa la energía nuclear en Europa del 26% al 15% en 2050. España cuenta todavía con recorrido para ampliar su parque solar y eólico, particularmente en Catalunya, que depende demasiado de Aragón en materia de renovables. Sin embargo, debe hacer suya la perspectiva de la UE si quiere evitar que un cierre precipitado de centrales nucleares no suponga disparar el consumo de combustibles fósiles y una excesiva dependencia geopolítica del gas argelino.

Todos los procesos de producción energética plantean problemas de sostenibilidad, no solo el nuclear. Se trata por lo tanto de buscar la menos mala de las combinaciones. España debe acordar un modelo energético en el que las renovables ocupen un espacio cada vez mayor, la energía hidráulica tenga su razón de ser, para cubrir la intermitencia de las renovables, y el gas y la energía nuclear, aún perdiendo cuota, nos permitan acometer una transición energética ordenada, en el marco la estrategia comunitaria.