Teorías procesadas
Hay, curiosamente, un organismo que vigila la publicidad encubierta, como si hubiera ya algo que no lo fuera. Como si nuestro estilo de vida no fuera el resultado de esa publicidad
Juan José Millás
Escritor.
Juan José Millás
Llamamos publicidad encubierta a la que no se ve, aunque actúa. No sabemos cuánta publicidad encubierta hay, precisamente por su carácter invisible, pero sabemos que Cola Cola, por poner un ejemplo, vende mucho. También sabemos que VOX sube en las encuestas y que el rey emérito se encuentra a la espera de que se archiven las causas pendientes para volver a España, posiblemente a la Zarzuela, que le sale gratis a él y a nosotros carísima. Tirando del hilo de lo que se vende mucho se pueden obtener algunas conclusiones sobre la publicidad encubierta. Hay periódicos que aparentan dar noticias cuando son auténticos folletos comerciales. Hay telediarios a los que, si les quitas la careta, devienen escaparates de productos ideológicos para el consumo rápido. Usted o yo podemos transformarnos sin querer, en medio de una cena de amigos, en una terminal propagandística de una mercancía tangible o intangible. Tirar del hilo es lo que se hace en las sesiones de psicoanálisis y comporta a veces un trabajo excesivo. No tiene uno tiempo ni ganas de andar buscando todo el día el doble fondo de las cosas.
Tampoco leemos con atención las etiquetas de los alimentos envasados, de modo que nos los tragamos, como la publicidad encubierta, sin conocer su número de calorías, ni su cantidad de azúcares, conservantes, saborizantes, etc., escondidos bajo esa deliciosa apariencia. Nos vamos quedando, en fin, y cada día más, en la superficie de las cosas. El problema es que la superficie de las cosas, que suele estar hecha de una sustancia achocolatada por la que da gusto pasar el dedo para luego llevárselo a la lengua, la superficie de las cosas, decíamos, produce obesidad física y gordura filosófica. Significa que cuando dicen que nuestras sociedades sufren de una obesidad mórbida, se refieren también a las grasas mentales. Pero nos gustan los alimentos y las teorías procesadas, qué le vamos a hacer. Las teorías procesadas se pueden congelar y bastan diez minutos de horno precalentado a 180º para que crujan entre los dientes como recién hechas.
¿Quién se resiste a eso?
Hay, curiosamente, un organismo que vigila la publicidad encubierta, como si hubiera ya algo que no lo fuera. Como si nuestro estilo de vida no fuera el resultado de esa publicidad.
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