Apunte

El capital en nuestros días

Desde hace ya tiempo, el equilibrio entre capital y trabajo se ha ido debilitando de manera progresiva en favor del primero

Un repartidor de Glovo trabaja por las calles de Pontevedra.

Un repartidor de Glovo trabaja por las calles de Pontevedra. / G.S.

Jordi Alberich

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Desde siempre, los encontronazos entre capital y trabajo han acompañado el desarrollo del sistema capitalista. Cuando esta legítima fricción de intereses ha sido conducida con sensatez, se han dado los mejores años de la historia de la humanidad en creación de riqueza y cohesión social. Así fue el caso, especialmente, de las décadas que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, un periodo en que el desarrollo económico y el progreso colectivo se alimentaron mutuamente en Europa.

Sin embargo, desde hace ya tiempo ese equilibrio se ha ido debilitando de manera progresiva en favor del capital. Un proceso que se inició con el triunfo de la idea liberal a finales de la década de los 70 y que se consolidó con la posterior globalización y revolución tecnológica. Un fractura que alimenta, comprensiblemente, el profundo malestar en las sociedades occidentales. 

Pensaba nuevamente en ello a raíz de varias compras de empresas de 'riders', en que el capital se ha retribuido de manera descomunal. Algo que también me sorprende al  saber de las astronómicas plusvalías que alcanzan fondos que invierten en el sector hospitalario

Como defensor del capitalismo, entiendo la función esencial del factor capital y de la necesidad de retribuirle de manera suficiente, pero en su justa medida y no a costa de minusvalorar de tal manera el trabajo. Así, volviendo a los casos señalados, me pregunto cómo se pueden obtener rendimientos estratosféricos en unos sectores soportados, en un caso, en unos ciclistas que van repartiendo paquetes bajo condiciones laborales lastimosas y, en otro, en unos cuadros médicos que perciben unos pocos euros por acto facultativo, pese a ejercer la más esencial de las funciones tras haber superado la carrera universitaria más exigente.

A lo largo de la historia, una relación equilibrada entre capital y trabajo nos ha dado nuestros mejores años. Pero, también, cuando ha sucedido lo contrario, nos hemos visto abocados a genuinos desastres. Hacia eso vamos.

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