El desliz

Autodiagnosticándonos

Con los centros de salud y el personal sanitario desbordado, las autoridades nos invitan a que seamos nosotros mismos los responsables de nuestra evaluación y de llevar a buen puerto la burocracia que acarrea el covid

Una farmacéutica vende un test de antígenos.

Una farmacéutica vende un test de antígenos. / Ivan Urquizar

Pilar Garcés

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Si te subes a esta ola, aterriza como puedas. Este es más o menos el mensaje que está recibiendo la ciudadanía de las autoridades sanitarias finalizado el paréntesis navideño. Las instrucciones cambian de un día para otro, una época dorada de la ineficacia en materia de comunicación política. Ante la aparición de síntomas, no acudir al colapsado centro de salud, así se afronta el aluvión de contagios. Compra un test de antígenos y si te sale positivo, hazte una prueba oficial. Pero no llames, procúratela por internet. Entonces, si tienes covid, tramita tu baja pero no te acerques a un médico, consíguela online y recibirás un sms. Además, ocúpate de rastrear a tus contactos por tu cuenta y manda un mail a una dirección que tal vez alguien está comprobando. Te llegará el alta al teléfono. Estamos en manos de los cacharros, y de programas informáticos que no todo el mundo entiende, que se anuncian pero no se explican. Atención primaria está desbordada y la mutua se ha borrado, como Fernando Simón, ya nadie espera que sus prolijas disertaciones nos ayuden a ver la luz. A la ministra ni le pongo cara.

Me pregunto qué fue del horrible fantasma del doctor Google, de los peligros de autoexaminarse y automedicarse; hoy, cuando el bienestar se fía al autotest. Solos ante el peligro, la salud se discute en los chats de padres del colegio: yo he leído que, a mí me ha dicho mi prima que es enfermera que, yo estoy llamando pero no me cogen, es que han cambiado el protocolo, pero ¿cuándo?, yo me autoconfino. Pues yo he ido al ambulatorio y ya lo tengo todo. Acabáramos. A la aplicación educativa te llega un folio escueto que empieza enfatizando que las escuelas son lugares seguros, sigue explicando que solo se cerrará un aula con cinco positivos y acaba con un listado de los síntomas alarmantes que puede tener tu hijo, que son todos los existentes desde mocos a carraspeo, dolor de algo y no me encuentro bien, que te obligarían a dejarle sin clase. Le podrías hacer cuatro antígenos al día si tuvieras presupuesto, o quedártelo en casa este trimestre si no necesitaras trabajar para vivir. Ansiedad, pues una cosa es autodiagnosticarte tú, y otra diagnosticar a la familia sin ninguna capacitación. El argumento de que este covid, si te has vacunado, se pasa como un resfriado no tranquiliza; recuerda mucho a cuando hace dos años el virus también se definía como una gripe fuerte, que atacaba a quienes sufren patologías previas, y aquí estamos, cinco millones de muertos después.

Cuentan que Alejandro Magno falleció maldiciéndose por haberse excedido en solicitar distintas opiniones médicas. Hoy son pocos quienes recuerdan las caras de sus facultativos de cabecera o pediatras, gremios agotados de esperar el fin sin que se les pongan los medios que precisan. Me pregunto si ilustres contagiados de covid, como la presidenta Francina Armengol o Pablo Casado, han pasado su enfermedad teniendo que averiguar por su cuenta si es catarro o covid, reservándose hueco en la fila interminable de las PCR en una página que no se carga o tramitándose la baja con sus respectivas empresas con el móvil, para no recibir una sanción por absentismo. Imagino que no. Meterse en cama a sudar sin mayor preocupación es ahora mismo un lujo al alcance de muy pocos.

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