No hay quien viva
O te comes a un inmigrante con la raja del pez espada a la plancha o das cuenta de un cerdo sometido a torturas antes de ser sacrificado
Juan José Millás
Escritor.
Juan José Millás
Los nutricionistas suelen estar de acuerdo en que el consumo del pescado es bueno por aquello de los ácidos grasos omega 3 y todo eso. Lo malo es que algunos animales de los que contienen estas sustancias llevan en su carne mercurio, uno de los venenos más potentes del universo mundo. Significa que por un lado son una fuente de salud y la causa de enfermedades terribles por el otro. Vivimos en un mundo así de contradictorio, es una lástima. El otro día, en una comida dominical con un grupo de amigos, uno de los invitados, perteneciente a una oenegé, nos facilitó el número de inmigrantes muertos en el Mediterráneo y en el Atlántico cuando navegaban (es un decir) en pateras o en cayucos hacia la Europa de su imaginación. No recuerdo la cifra, pero se contaban por miles, por muchos miles. Miles de cuerpos se hundían cada año en el océano sirviendo de alimento a los peces que viven o malviven en él.
-Algunos de esos peces -añadió- llegan luego a nuestras pescaderías, de manera que al cocinarlos e ingerirlos practicamos una forma involuntaria de canibalismo.
Por fortuna, nuestros anfitriones nos habían servido carne. Dimos un suspiro de alivio, en fin, e intentamos continuar disfrutando de la comida. Por poco tiempo, para decirlo todo, pues a otro amigo le dio por hablar de la ganadería intensiva y del estrés al que son sometidos los animales de las macrogranjas cuyos residuos, por si fuera poco, se cuelan en los acuíferos y envenenan cuanto les sale al paso.
-Véase lo ocurrido en el Mar Menor -sentenció.
La verdad es que nadie sabía de dónde provenía la carne de la que estábamos dando cuenta. Nadie se preocupa por la trazabilidad de un filete. Bastantes preocupaciones tenemos en la vida como para andar investigando la procedencia de las costillas de cerdo que hemos echado ingenuamente sobre la rejilla de la barbacoa. Evidentemente el mundo se está convirtiendo en un lugar moral y físicamente peligroso. O te comes a un inmigrante con la raja del pez espada a la plancha, o te tragas el mercurio de un atún rojo, o das cuenta de un cerdo sometido a torturas antes de ser sacrificado. No hay quien viva.
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